Volkswagen presentó este jueves su nuevo Golf, la gama más vendida de su historia, necesario para financiar la costosa mutación del grupo a otra era, la de los coches eléctricos y los SUV.

El Golf “es un clásico intemporal”, dijo en la sede del fabricante en Wolfsburg su jefe, Herbert Diess, antes de la entrada al escenario de la octava generación de esta berlina icónica, de la que se han vendido más de 35 millones de ejemplares desde sus inicios en 1974.

Un lanzamiento más discreto que el de septiembre, cuando sacó el ID.3, el primer modelo completamente eléctrico que simboliza la apuesta del grupo de 30.000 millones de euros por vehículos de cero emisiones.

Y nada que ver con la suntuosa presentación del anterior Golf hace más de siete años en un museo de Berlín. Desde entonces, el mundo del automóvil y Volkswagen se han visto en un torbellino de cambios.

En 2015 estalló el escándalo de los motores diésel trucados, del que Volkswagen aún intenta recuperarse, y, además, los nuevos estándares europeos para las emisiones de CO2 obligan a los fabricantes a pasarse a la electricidad en un momento de desaceleración coyuntural fomentada por las guerras comerciales.

El Golf, el segundo gran modelo de Volkswagen después del Escarabajo, ha sido durante décadas “un símbolo del éxito” del fabricante. Ahora su principal misión es “generar dinero”, resume Stefan Bratzel, director del Centro de Gestión Automotriz.

Su presidente director general, Herbert Diess, insiste: el futuro del grupo no dependerá de los motores de combustión, sino que pasará por más de 70 modelos eléctricos de aquí a 2028.

Sin embargo, “sería estúpido” detener la gama y privarse de los cientos de miles de ventas (832.000 en 2018, o el 13% de la marca VW) que genera, estima Ferdinand Dudenhöffer, director del Centro de Investigación Automotriz (CAR).

“El ascenso del ID.3 no será tan rápido”, confirma Bratzel. “Es necesario que el Golf garantice gran parte del volumen todavía durante unos años, de lo contrario Volkswagen tendría problemas”.

Reutilizando la base técnica de la generación anterior, el fabricante ha reducido a la mitad la inversión necesaria para la producción, afirma Andreas Tostmann, directivo de VW.

Aún así, el tendrá un carácter “completamente conectado” con “asistentes de conducción inteligentes” debería garantizar su éxito, según Ralf Brandstätter, director de la marca VW.

Pero el desarrollo del software fue más complejo de lo esperado: VW tuvo que renunciar inicialmente a instalar varias funciones electrónicas para respetar los plazos.

“El Golf también es simbólico por las dificultades de la transición del grupo Volkswagen” hacia el mundo digital, estima Bratzel.