El recién designado comandante jefe del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, el viernes declaró enfáticamente ante el Congreso que “no aceptaré matonajes que traten de imponerme decisiones estúpidas”. Luego el general Milley agregó que él y los demás altos mandos del Pentágono, incluyendo al comandante en jefe de los Marines, general Joseph Dunford, ya han presenciado muchas batallas y conocen bien los costos de la guerra. Y remató su declaración diciendo: “Hemos enterrado a tantos de nuestros soldados. El cementerio de Arlington está lleno de nuestros camaradas.”

En otras palabras, los altos mandos del Pentágono enfatizaron que no aceptarán en silencio las decisiones antojadizas y que, por el contrario, dejarán muy en claro sus sinceras opiniones, advertencias y recomendaciones.

Asimismo, el jueves pasado, la Cámara de Representantes aprobó una disposición que prohíbe al presidente Trump atacar militarmente a Irán, y mantener su participación en la guerra contra Yemen. Ya antes, una decisión similar fue rechazada por la mayoría republicana en el Senado. Si nuevamente ahora el Senado se negara a aprobar la decisión de la Cámara, el proceso legislativo quedaría paralizado por completo hasta que ambas cámaras parlamentarias lleguen a un acuerdo.

La paralización del Congreso equivaldría de hecho a paralizar el gobierno. Por ello, demócratas y republicanos tendrán -forzosamente- que llegar a un acuerdo que, en cualquier caso, implicará reducir considerablemente las atribuciones del presidente Trump para decidir acciones militares y otras importantes medidas de política exterior.

De hecho, en estas semanas se definirá, en gran medida, la correlación de fuerzas para las elecciones del año próximo. Las encuestas siguen mostrando una ventaja clara de los candidatos demócratas frente a la candidatura de Donald Trump. Sin embargo, las divisiones internas de los demócratas están haciendo peligrar que esa mayoría pueda mantenerse.

Si esa odiosidad interna del Partido Demócrata no se resuelve recuperando la unidad, se daría una repetición de la situación de 2016, que hizo posible la victoria del Partido Republicano con Donald Trump.

Como fuere, Donald Trump puede contar con la misma carta ganadora que le dio el triunfo a Jair Bolsonaro, en Brasil. Una movilización enérgica de las organizaciones religiosas evangélicas más apegadas a la Biblia y convencidas de que es Dios mismo el que les diseña su estrategia política.

De hecho, en la Casa Blanca todos los miércoles por la mañana se reúnen diez o más miembros del gabinete de gobierno, incluso a veces con la presencia del mismo Donald Trump, para rezar junto al pastor y basquetbolista Ralph Drollinger, quien además les indica qué es lo que dice la Biblia respecto de los problemas políticos y estratégicos del momento.

Participan de esas sesiones de doctrina política bíblica, entre otros, el vicepresidente, Mike Pence, el secretario de Estado, Mike Pompeo, la ministra de Educación, Betsy de Vos, el ministro de Energía, Rick Perry y el fiscal general, Jeff Sessions.

Así, pues, debemos entender que la ferocidad guerrerista de Mike Pompeo y su anhelo de lanzar la guerra contra Irán, de mantener las masacres en la guerra del Yemen, y resucitar la guerra en Siria, corresponde a los mandatos de las Sagradas Escrituras, según los elige el pastor Drollinger.

Bueno si Drollinger dice seguir directamente la opinión política de Dios, resulta legítimo preguntarnos. ¿A qué se parece ese Dios que manda matar niños y sostener una guerra interminable para favorecer a la industria armamentista?.

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