En más de una ocasión se ha subrayado la absoluta necesidad que tiene una obra teatral de proponer un punto de vista, ojalá nuevo y sólido, respecto del tema que aborda.

Es el caso de “Muros…”, montaje del Colectivo Acá Seguimos, cuyo subtítulo -(o la socialización amorosa)- se ocupa de la relación de las mujeres con los sentimientos, los hombres y la sociedad.

Y lo hace a través de las historias de sus tres protagonistas, solitarios recuerdos, ilusiones y pesares (algo de humor también) que son asociados a canciones latinoamericanas que interpretan en un ambiente cotidiano.

Pero lo singular de esta obra, escrita y dirigida por Soledad Lagos (¿Quién es Chile?), radica en que las letras de boleros, tangos y valses que incluye -además de instalarlas como receptoras pasivas-, son presentadas como vehículos del adoctrinamiento social de las mujeres respecto de cómo amar y ser amadas.

Algunas aristas

Tres mujeres sin nombre y distinto perfil describen sus vidas: La mujer de alrededor de 50 años, La mujer de alrededor de 30 años y La mujer que canta.

Silvia Novak, Nicole Gutiérrez-Perret (actriz cálida y de gran proyección) y Annie Murath, destacada actriz y cantante, interpretan a tres mujeres que en momentos se unen, solidarias, pero que también pueden ser matices de una misma voz al servicio de una historia abarcadora de lo femenino.

Abandono amoroso, sentimientos de culpa y temor a la soledad que, por contraste, hacen resaltar sus ansias de vivir, el deseo y la búsqueda del amor y la felicidad.

No es raro, entonces, que canciones como Vanidad, Pasión y odio, Dolor y perdón, Que nadie sepa mi sufrir afloren en sus bocas de manera espontánea y melodramática, ya que expresan lo que ellas han recogido durante el proceso socializador del aprendizaje.

Hasta que atisban el final del túnel y el ritmo del festejo peruano se apoderará de sus cuerpos, de manera moderada y resiliente, como señalando el inicio de un nuevo modelo cultural.

Predominan en la obra un tono íntimo y monólogos transparentes e intensos que parecen buscar oídos que se conecten con lo emotivo y reflexivo de las turbulencias que viven y el cambio que parecen vislumbrar estas mujeres.

Llama la atención cómo se percibe a los hombres en esta propuesta, a través del músico que ejecuta el cajón peruano que acompaña todas las canciones.

Lleva un par de alas de ángel y parece dar a entender que lo masculino no es antagónico a lo femenino, sino colaboradores en un irreversible habitat común.

El vacío que deja el uso de un solo instrumento en el amplio escenario se intenta llenar con otras sonoridades cotidianas: arrugamiento de papel, arrastre de muebles, taconazos en el piso y cambios en el muro escenográfico, construido con modelos para confección de vestuario.

Aunque nunca pierde el ritmo, la ejecución de William Aravena suena limitada en sentimiento (fundamental del cajón peruano), lo que influye demasiado ya que está siempre en escena.

Salvo valorar ejercer la libertad y concebir la soledad como opción, no como castigo, esta propuesta deja flotando las interrogantes centrales que plantea, para que el espectador saque sus propias conclusiones.

Teatro Mori Bellavista
Miércoles, 21.00 horas
Entrada general $ 7.000
Hasta 28 de Septiembre