No todos los incendios se explican por negligencia o imprudencia. Con la llegada del verano, las altas temperaturas y sequía generan el escenario ideal para quienes buscan provocar estos desastres de forma intencional.
Sin ir más lejos, la semana pasada se dio a concoer la formalización y prisión preventiva de un bombero acusado de provocar fuego de manera deliberada en la comuna de La Cruz, Región de Valparaíso.
Situaciones como esta generan alarma pública y, al mismo tiempo, hacen necesario comprender que no todos los actos incendiarios intencionales responden a las mismas motivaciones.
En este contexto, la académica de Psicología de la Universidad Andrés Bello, Miriam Pardo, explica cuáles son las principales señales de la piromanía, un trastorno del control de impulsos que tiene que ver con una fijación especial por el fuego y la provocación de incendios.
Piromanía: una fascinación persistente por el fuego
Según explica la docente UNAB, la piromanía no debe confundirse con el acto intencional de provocar un incendio por motivos como venganza, protesta o beneficio económico. En estos últimos casos, se trata de conductas deliberadas y antisociales. La piromanía, en cambio, es un trastorno psicológico clasificado dentro del descontrol de impulsos.
“En la piromanía, el fuego no es un medio para un fin, sino un fin en sí mismo”, señala. Quien padece este trastorno experimenta una tensión interna intensa e incontrolable que aparece de manera repentina y que solo logra aliviar al iniciar un incendio.
A esto se suma una fascinación desmedida por el fuego, similar a la atracción que otras personas pueden sentir al observar un paisaje o el mar. Tras provocar el incendio, el pirómano siente placer o alivio por la descarga impulsiva, sin que exista una planificación racional previa.
Señales de alerta de que alguien podría ser un pirómano
Según la especialista, este patrón suele manifestarse desde edades tempranas. Entre las principales señales de alerta se encuentran la fascinación persistente por el fuego, el juego reiterado con fósforos u objetos que generan llamas y el interés por observar incendios o acudir a lugares donde estos ocurren. Un elemento clave es la repetición de incidentes, ya que la piromanía no se configura a partir de un hecho aislado.
Aunque no siempre ocurre, en muchos casos existen antecedentes de negligencia, violencia o traumas en la infancia, además de problemas conductuales, consumo de alcohol o drogas.
No existen pruebas psicológicas que permitan detectar con certeza la piromanía, por lo que el diagnóstico debe ser clínico y realizado mediante entrevistas especializadas que evalúen el historial de descontrol impulsivo y los riesgos asociados.
Desde una perspectiva preventiva, Pardo enfatiza la importancia de la detección temprana, especialmente en niños, mediante supervisión, educación sobre los riesgos del fuego y apoyo psicológico oportuno. En los casos que lo requieran, el abordaje debe incluir también tratamiento psiquiátrico, junto con el compromiso activo de la familia y las redes comunitarias.