Una especie de paralelo entre la evolución de la naturaleza (incluidos todos los seres vivos que la habitan) y los cambios históricos en una sociedad es la base de esta propuesta de la actriz Malucha Pinto.

Con un rasgo distintivo: en esta pieza teatral-audiovisual se conciben las trasformaciones como un proceso entrelazado entre ambas realidades, tanto de la arista externa y física de los cuerpos social y natural como de sus universos internos y sensibles.

El montaje alude a un conjunto de energías que la actriz y directora conecta con una fuerza principal -Eros y el amor-, cuya explosión dice haber vivido como protagonista y testigo de una época: el triunfo del gobierno popular del Presidente Allende, en 1970.

De este modo, la “lucidez y fervor en aquel entonces” del subtítulo de la obra determina el sentido de un título –“Victoria”– que la autora buscó hacer coincidir con el desafío que acaba de enfrentar nuestro país el fin de semana, que abre otra etapa en su evolución.

Terrenal y familiar

En su primer montaje escrito y dirigido en formato digital, Malucha Pinto adapta los recursos que habitualmente ha usado con su cia. Aracataca (“Cartas para Tomás”, “Colibrí”, “Mi abuelo Horacio”), una alternativa en proceso inicial de desarrollo.

Suma a la hibridez de su propuesta, mezcla de teatro documental, ficción y poesía, las ricas posibilidades de lo audiovisual, esta vez diluyendo la materialidad de la vida y del actuar humano en imágenes que abarcan un territorio mucho más extenso, coincidente con la idea de ser todo y todos partes de un mismo universo.

Todo se inicia de manera terrenal y familiar, cuando una abuela conversa con su nieta, mientras una voz en off elucubra sobre el nacimiento de la naturaleza.

Así, en el trascurso de esta génesis rítmica y multiforme, van asomando los vínculos afectivos entre los seres vivos y su entorno, un desarrollo que se caracteriza por su complejidad, diversidad y belleza, rasgos que se atribuyen a la evolución.

“Victoria: lucidez y fervor en aquel entonces” | Gonzalo Ibarra

En la medida en que la historia de país avanza desde sus pueblos originarios, entre conquista, corona y cruz, y la sociedad se va constituyendo, será inevitable llegar a las décadas 60-70.

Un período de lucha popular intensa que la abuela muestra a la nieta, a través de fotos, videos y otros documentos, donde es crucial la presencia viva de la gente en defensa de sus derechos, en marchas que se funden con las de hoy.

Simbiosis histórica

Mediante pantallas que muestran imágenes múltiples, a veces con fondos nebulosos, voces en sordina, música estructurada, sonoridades libres y algunas canciones la obra suelta su verdad, armonizando sentido y sensorialidad.

Incluso, al mirarse con los ojos de hoy, experiencias luminosas como el Tren de la Cultura y oscuras como el golpe militar de 1973 recuerdan e inspiran esperanzas y sueños a un cuerpo que, a estas alturas ya es Matria y Patria a la vez.

Cuatro artistas acompañan a Malucha Pinto en esta experiencia de memoria sobre el origen y la historia de nuestro país y su conexión con las luchas actuales.

Junto a Carolina Carrasco, Carol Henríquez, Lourdes Gómez y Trinidad Ribba conforman en escena un cuerpo celular que se reproduce y observa, que siente y opina, siempre con fuerza y radicalidad en esta búsqueda de reencontrar la hebra histórica y la inevitable evolución y cambio como paso siguiente.

Entre todas sugieren ser venas matrices de árboles vivientes y parte de un sueño áspero y espeso, la experiencia histórica y su evolución que, en simbiosis con el Chie de hoy, busca recuperar la alegría, la esperanza y la vida en el nuevo ciclo que se abre.

Eventrid.cl Todos los días, 21.00 horas. Entrada general $ 3.000. Hasta 8 de noviembre.