Anoche, ante un Movistar Arena casi a la mitad de su capacidad habitual, Rick Wakeman (junto a una orquesta sinfónica y un coro conformado especialmente para la ocasión) concretó su regreso al país mostrando parte de su canónico repertorio solista, enraizado en la música clásica y en álbumes que hoy son objeto de culto en todo el mundo. Aquí, cinco momentos del íntimo reencuentro entre el histórico tecladista de Yes y sus seguidores chilenos.

Arthur

Nueve y cuarto de la noche y tímidas pifias se escuchan en el Movistar Arena. Con notorios vacíos en el palco y en galería, Rick Wakeman se presentó ante una audiencia transversal y notoriamente adulta, conocedora del universo creativo de Yes pero también de la nomenclatura del compositor.

Por eso, cuando el británico se sentó frente a un fino piano de cola negro y ejecutó las primeras notas de Arthur, lacanción que abre el disco The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table, no pocos se tomaron la cabeza en gesto de desesperación y adrenalina simultánea. Era la primera vez que Wakeman se presentaba en Chile con uno de los trajes que mejor lo resumen: el de músico sinfónico.

Rick Wakeman | Twitter | @movistararena
Rick Wakeman | Twitter | @movistararena

Guiño a Yes

Quienes fueron en busca de un recuerdo relacionado a Yes, el alma mater de Wakeman, encontraron su recompensa ya avanzaba la primera parte del show, cuando interpretó And You and I ante la complicidad absorta de los espectadores.

La pieza fue seguida por una audiencia atenta a los dedos rápidos de uno de los pianistas y tecladistas de referencia del rock progresivo. Un testigo de la música popular que ha grabado en estudio con figuras como John Williams, Marc Blan, Cat Stevens y Lou Reed, entre otros.

La canción vino a cerrar la primera parte del setlist, en la que Wakeman apeló a su historia como solista para luego volver a Yes. Más adelante, regaló su versión para Roundabout.

Secuencia Beatle

Uno de los momentos más esperados de la noche fue el dedicado a los covers. En el caso del pianista, esto no se trata de interpretar temas ajenos a su historia personal, sino de recordar amigos, juventud, sesiones de grabación y un pasado de gloria.

Por lo mismo, tuvo palabras para The Beatles antes de presentar dos versiones “completamente diferentes” de dicho catálogo: Help y Eleanor Rigby, esta última inspirada en los compositores rusos de la música docta que en la versión del inglés reviven en un frenesí minuciosamente calculado y épico.

El cierre lo marcó un aplauso seco al final del ritmo galopante de Eleanor Rigby, que en la versión de Wakeman (y como suele ocurrir con sus covers) muta a una obra fresca y hasta original, aunque esto no tenga ningún sentido.

“A mi amigo”

Es una postal característica de cada recital de Wakeman, cuando cambia su semblante, habla en serio y presenta con pena Life On Mars?: la canción de David Bowie que grabó con él y donde plasmó una de las líneas de piano más recordadas del rock.

Aquí, el músico asume la responsabilidad completa: el coro y la orquesta que lo rodean dejan sus instrumentos y lo miran en silencio. Y tal como ocurre cada vez que suena Life On Mars? en algún lugar del mundo, se escucha dócil el piano de Wakeman, tan sutil como cósmico y definitivo, con la diferencia que aquí no irrumpe nunca la voz de Bowie y la desazón que eso genera entristece absolutamente la escena.

Emoción natural en el público pero también en Rick, quien por un momento deja de lado sus intervenciones irónicas(“¿Soy el único que se ha casado cuatro veces aquí”?) para mostrarse metódicamente débil y vulnerable.

Las despedidas

Rick Wakeman abandonó cuatro veces el escenario antes de hacerlo definitivamente. La primera fue la más rimbombante: se despidió con Journey to the Centre of the Earth, en una versión sintética de su segundo disco solista. Un cierre ideal para los fanáticos que a pesar del frío se negaron a abandonar el Arena tras cada encore.

Cuatro canciones antecedieron a Rick en el ida y vuelta, hasta que el inglés tomó el micrófono y pronunció las últimas palabras de agradecimiento. Y en el acto, aseguró que regresaría el próximo año.

Tras coordinar con mímicas y gestos una supuesta firma de vinilos con los fans de la primera fila, y luego de una calurosa despedida, el pianista desapareció de escena dejando atrás a decenas de músicos y coristas que ensayaron toda la semana con él en el Aula Magna de la Universidad Central. Para ellos estuvo dedicado el segundo gran estruendo. La improvisada orquesta cumplió la misión e inscribió en sus bitácoras personales el hecho de haber sido parte de uno de los conciertos más auténticos de lo que va del año.