Música, baile, homosexualidad, fama, drogas, VIH, fueron los ingredientes de un explosivo cóctel preparado en torno a una revolucionaria gira de Madonna, que los siete bailarines de la diva del pop rememoran en un documental.
El tour “Blond Ambition” de 1990 fue tan espectacular que cambió la forma de hacer conciertos: las coreografías, el vestuario, la polémica. El Vaticano la tachó de pecaminosa. Fue una verdadera revolución musical, pero también social.
Seis de sus siete bailarines eran homosexuales, en un momento en que aún la sociedad lo condenaba y asociaba a enfermedades. Y todos asumieron un papel protagónico en esta gira, que fue registrada en un también controvertido documental llamado “Truth or Dare” (Verdad o reto).
En aquel filme se mostraban las dos Madonnas: la “diosa del sexo” que canta y baila de forma provocadora. Y la “madre”, la mujer de verdad, que habla íntimamente de temas personales con estos chicos, sus “babies”.”¿Quién no dejaría a Madonna llamarte bebé?“, dijo a la AFP Luis Camacho, uno de estos jóvenes catapultados por la diva.
“Fue una mentora, fue una guía, una fuerza (…). Realmente maduré, me hice un hombre“, continuó el bailarín de 48 años.
El documental fue mucho más allá que una película sobre la cantante. Mostró por primera vez en pantalla a dos hombres besándose en la boca, rompiendo paradigmas e inspirando a muchos a asumir públicamente su homosexualidad. Mostró que se podía ser feliz y exitoso siendo homosexual.
Aunque mucha de la verdad que quería transmitir quedó oculta: tres de los bailarines -Salim Gauwloos, Carlton Wilborn y Gabriel Trupin- eran VIH positivo y lo mantuvieron en secreto en un momento en que el sida causaba pánico generalizado.
“Hay vida después de Madonna”
Tras más de 15 años de aquella impresionante experiencia, ¿qué pasó con estos siete bailarines? ¿Qué fue de sus vidas después de la gira? ¿Cómo fue su relación con Madonna?
Las preguntas se responden en el honesto y desgarrador documental belga-holandés “Strike a Pose”, de Ester Gould y Reijer Zwaan, que se estrenó el año pasado en el cine y llega la semana que viene al canal Logo, dedicado a la comunidad LGBT.
Camacho, de origen puertorriqueño, cuenta por ejemplo su lucha con el alcohol y las drogas que llegó con la fama y José Gutiérrez, hijo de dominicanos, intenta sonreír ante los reproches de su madre, que prácticamente lo llama fracasado.
“Creo que así voy a titular mis memorias: antes, durante y después de Madonna“, dijo Camacho, que habló por última vez con ella hace unos 10, 15 años. No recuerda con precisión.
Aunque aseguró que hoy si se encontraran lo reconocería. “Me gustaría pensar que me daría un minuto para decirme hola”, indicó.
Después de la exitosa gira de 57 funciones en todo el mundo, entre abril y agosto de 1990, el bailarín siguió trabajando con la cantante otros dos años para comenzar a labrar su propio camino, que terminó sin fama.
“Hay vida después de Madonna”, lanzó con una contagiosa carcajada. Grabó y promocionó un disco con José, en el que Madonna hizo algunos coros “muy generoso de su parte“. Fue por esos días que perdió el control de su vida, entre la fiesta, las drogas y el alcohol. Y la relación con Madonna se enfrió, como todo ese amor eterno de “Truth or Dare”.
Trupin por ejemplo la demandó por divulgar su homosexualidad en el documental -fue él el del polémico beso-. “No estaba listo“, dice en “Strike a Pose” la madre del bailarín, fallecido en 1995 tras su secreta batalla con el sida.
Otros dos bailarines, Crume Oliver y Kevin Stea, demandaron compensación financiera por la producción. Todo se resolvió fuera de la corte. Todos llevan ahora vidas más o menos anónimas. La mayoría da clases de baile, incluido Camacho, que también tiene un trabajo “de 9 a 5” del que no quiso hablar.
Ya fue a varios otros conciertos de Madonna, que disfruta con cierta nostalgia de sus días de gloria. Y las coreografías aún están frescas en la cabeza. “No me pidas que la haga“, advirtió de nuevo entre risas.