El viernes pasado Mötley Crüe se reencontró con sus fans locales en un espectáculo que reunió a más de 18 mil personas en el Estadio Bicentenario de La Florida. El recital, sin embargo, dejó más de una postal lamentable. Como cuando Tommy Lee pidió al púbico, sin éxito, que alguna mujer le enseñara sus senos.

Concluye uno de los pasajes más populares de la “Misa de Réquiem en re menor” de Mozart, y el reporte de un noticiero ficticio se proyecta de inmediato por las pantallas gigantes del Estadio Bicentenario de La Florida. “El futuro es nuestro”, se replica en distintos ángulos del led, y un golpe a negro da cuenta de lo inminente: Mötley Crüe está de regreso, a 12 años de su debut en Chile y a 8 de haber jurado en vano su disolución definitiva.

La fórmula de la banda, pieza angular del glam metal de los ochenta, permanece intacta, aunque con todo lo que ello implica. Nikki Sixx en bajo, Tommy Lee en batería, Vince Neil al micrófono y la ética y estética de siempre: el culto al sexo y al cuerpo femenino como dogmas fundacionales e imprescindibles; canciones simples y sencillas; y la extravagancia, rimen y brillantina que hicieron icónico a un género que ya cruzó cuatro décadas.

Tras el arranque de “Wild Side”, la primera canción del set, dos coristas que también ofician de bailarinas se mueven para el público e intentan replicar el halo erótico y lascivo que acompañó el mito de Mötley Crüe, y que incluso tuvo un eco cinematográfico en 2017 con el estreno en Netflix de la biopic “The Dirt”.

Las cantantes (cuyos micrófonos apenas se escuchan) a veces acercan los instrumentos a los músicos, y se dedican a coreografían los hits de turno cuando el trámite del show lo amerita, y siempre con ropa ceñida. “Shout at the Devil”, “Too Fast for Love” y “Don’t Go Away Mad (Just Go Away) siguen al ritmo explosivo del cuarteto, que en esta reencarnación sumó un nuevo eje: el virtuoso guitarrista John 5, célebre por su paso por las bandas de Rob Zombie, Marilyn Manson y Rob Halford, y por una carrera solista que bien podría aterrizar en Chile por derecho propio.

En escena, John 5 es un espectáculo en sí mismo: no sólo empuja a sus compañeros con sus guitarras y pedaleras, sino también se presta para el artificio. En un momento, su guitarra comienza a destellar luces mientras ejecuta un solo delante de un juego de lásers, y ya al final hará recordar a Jimmy Page cuando intente vibrar las seis cuerdas con un arco de violín al más puro estilo Zeppelin.

Eso más adelante, porque a mitad de la presentación Tommy Lee abandona su sillín para correr al medio del escenario e interactuar con la audiencia. “¡Enséñenme una palabra sucia!”, grita, y rápidamente eleva la apuesta. “¿Donde hay ‘tetas’?”, pregunta en spanglish. “¿No ‘tetas’? ¿No tetas para mí? ¿Para Tommy?”, insiste al público en un tono que intenta ser jocoso, pero este contesta entre la incomodidad y el morbo y no hace caso, a pesar de los esforzados intentos del baterista.

La secuencia tuvo un contraste radical en un pasaje previo, cuando Nikki Sixx subió al escenario a una adolescente de Cancha Vip luego de flamear una bandera chilena. “La verdadera razón por la que estamos aquí, está acá“, dijo, señalando a la fan. “Quiero enviarle un saludo a mi papá y a mi mamá. Los amo mucho. Gracias”, respondió emocionada.

Para el tramo final, se reservó “Girls, Girls, Girls”, acaso el single más famoso de Mötley Crüe, el cual se entonó con las coristas bailando y la banda rodeada por dos gigantescas efigies femeninas y cuidadosamente curvilíneas, una a cada costado, en una postal glam extraída directamente desde el riñón de los 80.

Un medley de covers que incluyó “Rock and Roll, Part 2”, “Helter Skelter” y “Anarchy in the U.K”, entre otras, además de “Dr. Feelgood” y “Same Ol’ Situation”, también agitaron al Estadio Bicentenario, aunque con no poca dificultad para el vocalista Vince Neil (fue cuando se extrañó una dupla de coristas).

Mötley Crüe en Chile (o cómo los resabios sexistas pueden empañar un show de rock)
DG Medios

Tras la cumbre que significó “Girls, Girls, Girls”, enseguida se sucedieron “Primal Scream” y “Kickstart My Heart”, con el incansable John 5 y su arco de violín anticipando la despedida.

En total, más de 18 mil personas se congregaron en La Florida alrededor del “The World Tour”, que arribó al país a través de la próspera alianza que mantienen los estadounidenses con Def Leppard. Juntos, sólo en la gira norteamericana de estadios de 2022, vendieron más de 1,3 millones de entradas.

Por lejos, el show de Mötley Crüe se constituye como una demostración tácita de la vigencia de su catálogo (y de un potentísimo y multifacético en vivo), pero también plantea interrogantes incómodas. ¿Son necesarios los clichés sexistas de antaño para montar un espectáculo de rock en 2023? ¿Son, acaso, imprescindibles para el público? ¿Dejaremos de ver algún día a Tommy Lee pedirle a las fans que le muestren su pecho a modo de “broma”?

Todo parece indicar que no. La fórmula permanece intacta y es rentable.

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