“Don Germán” es un arquitecto –ya avanzado en años- que trabajó diseñando y como urbanista en la Municipalidad de Providencia. Su principal proyecto urbano fue Nueva Providencia, pero la miopía de las autoridades lo realizaron “a medias”.

Germán Bannen también fue profesor de Taller, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica. Fue un buen profesor (y no fueron muchos los que se recuerdan por su calidad como profesores y humana). Y en años de la dictadura, cuando fue mi profesor, Don Germán junto a su señora, Liliana Lanatta, demostró, en voz baja, con gestos medidos, con una capacidad para escuchar envidiables, una bondad amable, cariñosa.

En tiempos agitados, donde se sospechaba de –casi- todos, ya sea por ser opositores a Pinochet o ser pinochetistas “sapos”, ser homosexuales, “rotos”, o lo que fuera, Don Germán derramaba y regalaba confianza, fe en las capacidades de cada uno. Nunca vi en él un gesto discriminador, de rechazo o desconfianza, o que dejara de alentar a cada uno de nosotros. Nunca vi que la tensa y dura situación política y social contaminara el espacio de “su” taller, convertido en un verdadero oasis. Y eso no era anestesia, era un oasis, un pequeño espacio de libertad en el que se respiraban los valores que, afuera, se restringían y se violaban. Nunca he sabido cuáles son sus ideas políticas, pero los valores que se respiraban y guiaban su taller eran un marco claro

(En esos tiempos, varios profesores discriminaban por motivos políticos o sociales, especialmente algunos favorables al régimen, pero también hubo algún opositor que también lo hizo)

Don Germán fomentaba que cada cual desarrollara sus propias capacidades al máximo sin enojos o castigo sino con amabilidad, con cariño, pero en forma directa.

Hace unos días, en un día muy especial para mí, me encontré con Don Germán cerca de la plaza de Las Lilas. Entonces, para mí, ese día fue doblemente especial, bendecido. Porque a sus años, sólo verlo sigue siendo fuente de bondad e inspiración.