Frágil como un segundo y brutal como un terremoto. El 27-F. Violento, erótico y hasta de humor negro. Ese Chile que no es Santiago y un purgatorio entre los escombros de Concepción. Una historia simple, de un fin de mundo resquebrajado y maravillosamente ordenado en el lenguaje, la brecha y la réplica de sus personajes.


Por Marcel Socías Montofré

Se elogia la prosa tanto como la credibilidad de los personajes. Ese Concepción tan personal. También se elogia la trama sutilmente ambientada en el terremoto del 27 de febrero de 2010, aunque sin recurrir a la novela histórica, ni mucho menos a la autorreferencia.

Más bien el terremoto del 27-F se instala como una suerte de atmósfera en “Educación superior”, de Valeria Barahona (Lectura Ediciones, 2022). Un personaje que ronda y se esparce por una ciudad que intenta sobrevivir a los escombros y personajes que intentan salvar al menos un rastro de humanidad y sentido para volver a construirse.

También construir algo que se parezca a una ciudad. Al menos a una tribu. Mejor si es de la universidad y sus alrededores en Concepción. Más todavía después del terremoto del 27-F.

Como en la página 37:

“No duermo. El sueño me es ajeno.
La sangre no es propia.
No recuerdo los colores, solo la oscuridad y el asco,
Ni siquiera el dolor.
Creo que dejé de ser virgen”.

Ritmo y réplica

Ciertamente se elogia también el ritmo narrativo de la novela. Sus 159 páginas y una prosa hermosa por simple y también compleja en cuanto a la experiencia humana. Una madeja por desentrañar donde incluso se mezcla cierta dosis de humor negro y hasta erotismo sutil.

Como en la página 11:

“Medio aturdida lo tomo de un costado y los arrastro durante un par de cuadras, hasta el segundo piso de la Funeraria Ruiz, departamento arrendado por años gracias a su cercanía al campus y bajo precio: nadie quiere despertar oliendo cadáveres”.

“Sí, me creo la muerte”, respondo sonriente a las visitas primerizas cuando miran las tumbas de ataúdes o el furgón de la morgue estacionado en la puerta, a veces, con un cliente reposando”.

Y sigue: “rodeada de cortinas oscuras y pieles frías, aprendí de maquillaje cuando don Agustín me ofreció diez mil pesos por dejar a las personas, sobre todo a las que llevaban muchas horas refrigeradas, con los mismos colores que tenían al dormir”.

“El examen”

Hasta aquí todo bien. Dan ganas de seguir leyendo. Incluso es prometedor en cuanto a la posibilidad de mezclar el terremoto del 27-F con vidas trizadas -incluso por el incesto- y hasta un Concepción telúrico y añejo.

La brecha y la apatía de la edad con un mundo que se derrumba, sin saber con certeza si viene algo nuevo o tal vez sólo más abismo, como el abuso sexual en la infancia.

Y no sólo eso. También el resplandor de un singular estilo narrativo en la autora, que bien retrata por escrito cierto manifiesto generacional, al menos la voz y la palabra precisa y hasta con tensión dramática. La duda, la niebla y la neblina.
Una neblina tan espesa, singular y parecida a la de “El Examen”, de Julio Cortázar, 1950.

También son estudiantes de universidad sus personajes (en el caso de Cortázar la Facultad de Artes; en el caso de Valeria Barahona, la Facultad de Periodismo), también un agobiante fenómeno natural asfixia a los personajes de Cortázar como metáfora de la contingencia política y peronista de aquella época.

“El tema es absolutamente fantástico: la historia de la destrucción de Buenos Aires, la ciudad vista como un cuerpo que enferma y empieza a pudrirse. Entonces hay una serie de signos extraños; por ejemplo, en las librerías del centro de Buenos Aires empiezan a salir hongos entre los libros, se hunden pedazos de aceras y de calles, las estaciones de los subterráneos se llenan de perros salvajes que buscan qué comer…”, comenta el propio Cortázar acerca de “El Examen”.

También hay un fenómeno sobrenatural, expresiones delirantes de los personajes en “El Examen”; una Buenos Aires cubierta por la niebla y una Concepción destrozada por el 27-F en el caso de Valeria Barahona con “Educación Superior”.

Ese déja vu apocalíptico

Es una extraña coincidencia. Leyendo de buena fe. Como por ejemplo en la página 128: “Superada la arritmia, desde el techo se ven bonitos los estallidos blancos del zorrillo que entra al campus como Pedro por su casa en la universidad sin muros. Más allá, el guanaco se estaciona a los pies del Campanil, el ojo que todo lo ilumina desde las alturas, para arrasar con un lienzo del MAL, los afiches del “Acércate al Señor” (“de la noche”, alguien le escribe a mano) y una marca de marihuana que estaba de lo más piola entre los arbustos”.

O en la página 157:

“En la cumbre más alta de la Cordillera de la Costa, se ilumina la Virgen de la Inmaculada Concepción, con los brazos abiertos para proteger la Pencópolis frente a las balas del Reyno de Chile, cuando en la pantalla comienza a proyectarse el noticiero central, con el presidente Sebastián Piñera en el Salón Montt-Varas, aunque un mejor escenógrafo lo habría puesto en el Salón Azul con El espejo de Cronos, de Matta como fondo, ya que el tiempo no es lineal, despierta las perversiones y las fieras cuando no son escuchadas en el intervalo del apacible azul del mar que tranquilo nos baña, hasta que despierta para tragar todo”.

Precisiones

En el caso de “El Examen”, de Julio Cortázar, 1950, en más conciso y preciso, menos barroco para llegar al punto sugerido. También hay una clara alusión al poder decadente (peronismo en su caso y denuncia), como la exquisita y delirante descripción de un velorio en Plaza de Mayo, donde asiste “el pueblo” a velar un “hueso sagrado”, modo en que Cortázar alude a Eva Perón, aún viva en ese entonces.

Por cierto, el final de Cortázar en “El Examen” es abierto, donde Abel se enfrenta a Andrés en una ciudad y atmósfera de fin de mundo.

Casualmente ocurre lo mismo con “Educación Superior”, de Valeria Barahona. También un país que se viene abajo y no sólo por el terremoto, un fenómeno sobrenatural o “hueso”. En su caso es un aterrizaje extraterrestre mezclado con molotov, incendios, sueños de incesto, sexo, abusos y correrías por los cerros donde nació el MIR, como se promete en la contraportada.

“Educación Superior es tanto una novela de iniciación como una imagen de nuestra época”, tal como también se advierte en la contraportada.

Una imagen casualmente parecida a “El Examen”. De Julio Cortázar. 1950.

Lectura Ediciones

Educación Superior

Valeria Barahona
Lectura Ediciones

2023.