A 50 años del Golpe de Estado, Alejandra Matus se atreve a escribir esta obra que no es otra cosa que una fábula cómica sobre la memoria. Una sátira de líderes y monstruos, una mixtura de cultura pop realizada a través de nuestra médula sudaca.


Por Alberto Cecereu, escritor, historiador y crítico.

En un comienzo no se tiene idea a qué nos enfrentamos. Como si estuviéramos en medio de una realidad paralela, de un multiverso cinematográfico, porque, ¿cómo sería posible que todo lo que nos presenta arriba del escenario fuera real? Hay esbozos al teatro del absurdo de Eugène Ionesco, o es que realmente para el espectador todo parece jocosamente idiota.

Pinochet es un abuelo de la familia y Allende un tío simpático, que conviven en un asilo kitsch de Miami ambientado a ratos como un espacio retrofuturista que mezcla el Bim Bam Bum y palmeras que provienen del caribe.

En una trama que mezcla espionaje internacional y el protagónico indiscutible de una Lucía Hiriart consumida por la ambición de ser joven e inmortal, la obra nos obliga a reírnos de lo que sabemos que sería imposible y, por tanto, nos impele a mirar estos 50 años desde una risa redentora y que a ratos se vuelve culposa.

Sin pelos en la lengua y sin ningún atisbo de vergüenza, la tríada de personajes se realiza chistes y frases tiradas con la malicia del sarcasmo más oscuro. Alejandra Matus es valiente sin caer en la insolencia.

Su objetivo, al final de la obra, es uno solo: un mensaje profundo sobre la importancia de la memoria. Si perdemos la memoria, estamos condenados a transformar nuestra Historia en una comiquería barata de kiosco esquinero y orinado por perros callejeros.

Dirigida por Los Contadores Auditores (Juan Andrés Rivera y Felipe Olivares), llevan de manera magistral la realización de la obra, ejecutando un montaje cinematográfico y potente, lleno de reminiscencias populares y millenials. Incluso, cada escena podría ser perfectamente un meme y se lo aplaudimos.

Claudio Arredondo en el papel de Pinochet y Jaime Omeñaca como Allende, con oficio y a sus anchas. Natalia Valdebenito, en el rol de Lucía Hiriart, brilla y resalta en todo momento. Carmen Disa Gutierrez y Tatiana Molina, realmente increíbles. German Pinilla en el papel de Juan Gabriel se roba la obra, se la lleva para la casa y la trae de vuelta, con momentos de eterna nostalgia de living que permite decirnos una verdad irremediable: los chilenos queremos reír y llorar porque nos encanta ser así de cambiantes y bipolares.

En esta coproducción GAM, Teatro BioBío y Fundación Teatro a Mil, en el gris otoño de Santiago, esta combinación estrafalaria de estética pop y de inteligente sarcasmo, El asilo contra la opresión será un imprescindible para reírnos de nuestra pesada carga de tristeza que fue el golpe de Estado y su eterno 11, para retrucar esa pena en una risa depuradora.

GAM

Del 5 al 28 de mayo
Miércoles a sábado, 20:30 horas. Domingo a las 19:00 horas.
Entradas: $8.000 general; $6.000 tercera edad; $4.000 estudiantes
+ 12 años
GAM