La libertad para crear es fundamental para el desarrollo humano. Para tener nuevas miradas, ópticas críticas, vislumbrar nuevos caminos y perspectivas.
La creación es muy importante para el desarrollo y el (auto)conocimiento de las personas. Para ello, también se requiere libertad. En este punto no tengo dudas.
La libertad de creación, y cuando ésta está vinculadas a las comunidades, es un buen antídoto para los regímenes autoritarios y dictatoriales.
Información adecuada
Lo anterior, sin embargo, no es incompatible con la preservación de ciertos públicos y con la libertad de las personas a elegir a qué estímulos y mensajes están dispuestos a exponerse.
En un extremo, parece evidente que hay obras que no son para todo tipo de público. Pocos discutirán que hay obras para distintos grupos etareos. Por eso, hay obras que se recomiendan para determinadas edades.
Pero creo que es necesario ir más allá, porque es irreal considerar a todos los adultos como un grupo homogéneo. Y que estén siempre dispuestos y abiertos a cualquier tipo de estímulos y mensajes.
Llevado a un extremo, se puede pensar que todo adulto está capacitado para ver pornografía. Y estoy de acuerdo en que debiera ser así.
Libre elección
Siguiendo con el ejemplo anterior, creo que cada persona debe elegir si quiere o no ver pornografía (insisto, es un extremo). Por ello, la pornografía está (o estaba) catalogada como tal. Para advertir a las personas sobre lo que iban a ver.
El punto es, si se quiere que las personas tengan experiencias que le abran nuevas perspectivas, informar de manera adecuada lo que se va a experimentar.
Por ejemplo, me parece importante especificar los niveles de violencia o de sexo que tiene una obra, o si tiene contenidos “sensibles” y de qué tipo.
Lo anterior me parece es ser cuidadoso con las personas y sus sensibilidades. Con sus particularidades.
Resguardo de sensibilidades y de elección
Parece fundamental, si se quiere que las creaciones lleguen a más personas, preocuparse que ellas tengan buenas experiencias. Eso no significa que los contenidos sean banales, solo en tono comedia, que no cuestionen, provoquen, etc.
Debiera buscarse que las personas no se sientan desilusionadas o agredidas. ¿Por qué si voy supuestamente a ver una obra romántica me tendría que exponer a pornografía, si no quiero verla?, por dar un ejemplo. Y el punto se puede ampliar a ver, en forma cruda, una violación, un asesinato, etc.
Esto no quiere decir que lo anterior no exista en la realidad. Sino que, por sanidad, no podemos enfrentarnos en cualquier momento a esos aspectos extremos de la realidad. Que, además, se puede mostrar de distintas maneras. Y que no debemos normalizar o banalizar estas situaciones o llevarlas -si no de desea- a espacios resguardados de nuestra vida cotidiana.
Resguardo de las víctimas
Siguiendo con el razonamiento, parece obvio que personas que han sufrido violaciones o sus cercanos, no se vean expuestos a escenas vinculadas a esos hechos sin que estén prevenidas y que ellas lo hayan aceptado.
Lo mismo debiera ampliarse a temas como torturas o violación en general a los Derechos Humanos.
Insisto, no se trata de negar esas realidades, sino resguardar a las víctimas y, en términos generales, respetar las sensibilidades y los momentos de cada cual.
También hay otro punto. Es no revictimizar con las obras. Por ejemplo, al hacer una versión de casos o hechos reales tergiversándolos o haciendo ficciones muy cercanas a casos reales. Esas ficciones, en sus inexactitudes, pueden resultar muy violentas para las víctimas y personas cercanas.
Por último, parece muy complejo actuar ciertas situaciones, porque nunca resultarán justas para con la realidad vivida por las víctimas. ¿Se puede actuar directamente una tortura? ¿una violación?
Tal vez sí (yo creo que no, que solo se pueden simbolizar, representar, insinuar), pero puede ser muy violento para una víctima presenciarla, tanto por revivirla como por lo alejado que puede resultar de su experiencia.
Ejemplos
He escrito sobre el libro Una historia perdida, de Juan Pablo Meneses, y la película La memoria incendiada, de Tatiana Gaviola. A mí juicio, ambas obras pueden revictimizar a las víctimas y sus entornos. Me parecen poco cuidadosas, aunque no haya sido la intención de sus autores.
Con la obra Oasis para la impunidad, de la Compañía La re-sentida, puede pasar algo similar respecto a personas que hayan sido torturadas o a sus cercanos.
Oasis para la impunidad, a través de ocho actores bailarines, de sus cuerpos, busca denunciar la violencia de estado contra ciudadanos. Un país que busca ser un museo (ordenado, controlado) mientras personas torturan y se torturan. Donde el orden, como precepto principal, justifica todo.
La información sobre la obra dice que es para mayores de 18 años y advierte que se usan “luces estroboscópicas, humo”. Sin embargo, no informa de la gran presencia de desnudos ni, menos, de las fuertes agresiones que reciben los cuerpos en escena. Incluyendo autoviolencia directa sobre sus genitales que ejerce uno de los participantes. Sin mencionar bocas sangrantes, dientes (auto)arrancados, un “torturado” que se defeca, etc.
En Chile ha habido decenas de miles de torturados. ¿No debiera advertirse a ellos, sus cercanos y al público general a lo que se expondrán al ver la obra? ¿Por qué se debe uno -en forma sorpresiva- exponer a esos niveles de violencia?
En mí caso, he conocido algunas personas que fueron torturadas. Algunas no han contado nada, otros algo. Ninguna todo. Porque es inenarrable, porque no han logrado sanar. No lo sé. Tampoco voy a violentarlas insistiendo.
(También conocí a un combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Gran parte de su familia fue asesinada por los nazis. Tampoco contaba mucho, solo generalidades que no lo tocaban directamente).
Para mí, la obra es extremadamente violenta en el escenario pero, en especial, por lo poco cuidadoso que puede ser con algunas víctimas, con personas que les cueste tolerar estas escenas. Y más si no se informa de manera adecuada antes de entrar en la sala.
Es muy importante avanzar en temas de violaciones a los Derechos Humanos, en denunciar violencias, pero se debe hacer respetando a las víctimas y las sensibilidades de las personas, buscando evitar violentarlas o banalizar situaciones.