Se ha estrenado la película La memoria incendiada, de Tatiana Gaviola, ficción inspirada en el “Caso quemados”, donde Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana fueran quemados vivos (1986) para luego ser trasladados y abandonados en la periferia de la capital por una patrulla de militares. El primero falleció luego de 4 días de agonía y la segunda sobrevivió con el 62 % de su cuerpo quemado.

Esta columna busca reflexionar sobre la pertinencia de hacer ficción sobre un caso reciente donde las heridas, profundas y dolorosas, todavía están abiertas.

Esta columna no se refiere a la obra como creación, como cine, y menos cuestiona las buenas intenciones de su directora y su equipo.

Tampoco busca cuestionar el derecho y la necesidad de fomentar la creación. Menos la libertad que se necesita para crear.

Esta es una reflexión sobre el respeto a la memoria de las víctimas, a los familiares de éstas, al cuidado que éstos requieren para que no sean revictimizados. Esta reflexión, que se centra el La mirada incendiada, espero que sirva o ayude para otros casos, incluido algunos que no se relacionan con Derechos Humanos.

Derecho a crear y “basada en un caso real”

Artistas y creadores son fundamentales para el desarrollo humano y de las comunidades. Ese derecho debe estar resguardado generando condiciones para que se pueda desarrollar de la mejor forma.

El poder de la creatividad es un gran impulsor de las sociedades, de las personas. Ese poder puede gatillar grandes energías e inspirar a grupos y sociedades completas.

El cine recurre muchas veces a “ficciones basadas en hechos reales” que, siendo ficciones, se ajustan lo suficientemente a la realidad o responden a la esencia de la historia, que logran salir airosas. Transmiten de forma más cercana o fácil para el público lo esencial. Creo que es, por ejemplo, el caso de El mauritano, hoy en cartelera.

Sin embargo nos hemos acostumbrado a algunas ficciones históricas que muchas veces se toman grandes licencias y cometen errores históricos gruesos. Y las dejamos pasar o le damos poca importancia porque son de tiempos o lugares lejanos o, creemos, no nos afectan directamente.

Cuando esas licencias y errores son gruesos, van generando en las personas percepciones erradas de la historia, pudiendo afectar a las personas y pueblos involucrados. como ha sucedido tantas veces con grupos minoritarios, estigmatizados. Basta sólo ver, por ejemplo, cómo se representaba a indígenas a mediados del s. XX en el cine.

En este sentido, ese gran poder que tiene la creación y los creadores puede -involuntariamente- negar, dañar, agredir, victimizar o revictimizar. Como todo poder, requiere que sea usado con precauciones.

La mirada incendiada (c)

Familiares y entornos de víctimas de Derechos Humanos

Mi experiencia -trabajando con familiares de detenidos desaparecidos de Paine- es que la primera demanda de las víctimas es que se reconozca lo que pasó, todo lo que sufrieron y todas las penurias que tuvieron que vivir. Los hechos específicos, los años de negación por parte de las autoridades -y de parte de la sociedad-, de lucha por verdad, justicia y reparación (además de un ¡Nunca más!) donde muchas veces lo único que tenían era la memoria de su ser querido. Una memoria que era negada y tergiversada por las versiones oficiales -que inventaban biografías, hechos delictuales, armas, hacían montajes, etc.-, aislando aun más a esos familiares.

La memoria del ser querido, en esas circunstancias, muchas veces quedó elegada e incluso fue olvidada de tanto repetir en sus luchas cuándo sucedieron los hechos y los largos años de lucha.

El reconocimiento de la memoria del ser querido, los hechos y las penurias posteriores son para los familiares un piso básico a respetar, después de lo cual se busca justicia y reparación.

“Cada víctima tiene derecho a que su historia y su padecimiento sean reconocidos como una injusticia y como una violación a sus derechos; que la sociedad le otorgue una reparación que incluya espacios de reflexión y elaboración en todos los niveles de contexto implicados, y que la memoria política conserve su nombre y su historia como elementos indispensables para sostener una memoria democrática que garantice el respeto y la dignidad de las personas en todo momento y circunstancia, ahora y en el próximo futuro.”
Elizabeth Lira

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-885X2010000200002

La memoria incendiada

La película, que trata del caso reciente ya mencionado, recurre periódicamente a una voz en off , supuestamente de Carmen Gloria, a pesar de que ella aparece en la cinta por primera vez en el minuto 67, y por segunda el minuto 79 (La película dura algo más de 100 minutos). Ella, claramente, es un personaje secundario, pero tiene voz protagónica. Creo que, de forma, Cazrmen Gloria queda expuesta, es una especie de carta de presentación, de escudo que legitima la pelicula.

El trágico y brutal hecho, que justifica la película y el nombre de ésta, sucede al final, sin mostrar ellargo sufrimiento de las víctimas, las versiones negacionistas de las autoridades, que se ha podido saber la verdad, pero no ha habido justicia y reparación parcial. Sólo menciona que los culpables, 35 años después, circulan libres.

“Qué se queja tanto esta niña, si se quemó tan poco”, dijo Lucía Hiriart de Pinochet, en ese momento.

La mirada incendiada, de más de 100 minutos, dedica largo tiempo y esfuerzos a historias paralelas absolutamente ficcionadas -como es la versión de la tía y sobrinas de Rodrigo, el fotografo del barrio o la rfelación amorosa del protagonista con la hermana de Carmen Gloria- pero deja fuera muchos elementos de la historia que pueden ser centrales para la familia.

“No quiero pensar mal, pero me da la impresión de que a lo mejor llevaba algo oculto y se reventó”, afirmó en la época Augusto Pinochet.

La mirada incendiada y la memoria

La película anuncia que es una ficción basada en hechos reales, pero el protagonista es Rodrigo, es fotógrafo, viene llegando desde el exilio, y quien pone voz en off es, supestamente, Carmen Gloria, lo que da verosimilitud a la historia. Todo eso hace creer que lo ficcionado sean los vacíos cotidianos que requiere completar un relato cinematográfico.

Patricio Carvajal, Ministro de Defensa de la época, desmintió “absolutamente la posibilidad de que los presuntos culpables de esta situación pudieran ser militares”.

Pero sucede que la película transcurre casi todo el tiempo, antes del brutal crimen. En otras palabras, es sobre los días previos de Rodrigo, pero no calzan con su realidad, con su historia. Se da vueltas mostrando historias secundarias, que son ficción y aportan poco. Es decir, cambia de manera drástica al protagonista, personaje central del hecho histórico. Lo poco que tiene la familia, la memoria de Rodrigo, es cambiada.

Por otro lado, después de años de lucha, los familiares lograron que se estableciera la verdad de los hechos. Sin embargo, en la película, nada cuentan de ello, no identifican a los militares involucrados. Tampoco muestran el largo traslado de los dos jóvenes ya quemados para dejarlos abandonados, agonizantes, en un sitio baldío de Quilicura. Tampoco muestran la agonía, la dificultades que tuvo la familia de Rodrigo para que le dieran atención adecuada, las versiones oficiales y tantos comentarios negacionistas. Le da mucho tiempo a historias secundarias innecesarias y no deja espacio para elementos que son centrales para los familiares.

“Existe una campaña destinada a utilizar políticamente esta desgracia lamentable”, Alberto Cardemil, subsecretario del Interior.

En otras palabras, la película no muestra bien los hechos y simplemente deja fuera todo lo grave, denigrante y humillante que pasó después. Sólo menciona que los culpables siguen libres. Tergiversa lo que fue Rodrigo Rojas de Negri, muestra muy poco del crimen y nada de lo posterior. Menos los grandes efectos que tuvo este caso en la opinión pública y en las personas.

La cinta no toma en cuenta que “el deber de memoria se funda en la lealtad y en los afectos con las víctimas, pero es también expresión de una responsabilidad social hacia la comunidad humana global, publicitando el conocimiento de esa violencia y sus efectos, y convocando a que ésta nunca más se repita.” (Elizabeth Lira)

El derecho a creación es fundamental en una sociedad libre, debe defenderse y promoverse. Pero es importante que las y los creadores se hagan responsables de lo que hacen. En este caso, la directora y el equipo de La mirada incendiada ha cometido errores graves que pueden haber revictimizado a familiares y personas cercanas. No se debe hacer ficción de un caso reciente tan brutal sin tomar ciertos resguardos mínimos que tienen relación, al menos, con los puntos planteados y con tomar contacto previo con las víctimas y sus familiares.

Mi columna no pretende atacar a La memoria incendiada ni a sus creadores, sino ser una reflexión que pueda servir a futuras y necesarias creaciones. Y si hay en ellas algo injusto u ofensivo, quizás producto de cierta rabia natural, tanto para quienes participaron de la película o para víctimas de Derechos Humanos, pido disculpas.