No hay drama en ser asediado por fantasmas. Ellos representan un desafío. Y los traumas son las experiencias vividas. Lo que ha dejado huellas en el cuerpo y marcado inclinaciones de las que es difícil deshacerse. Lo vivido es el lugar donde habitan todos los fantasmas que hemos ido reuniendo y que en ocasiones toman la forma del espíritu que te impulsa. Todo espíritu es fantasmal. En cambio, el vuelco al futuro es un ejercicio de anticipación que apuesta a la racionalización de los deseos.
Fernando Balcells

Hay ciertas fechas que resuenan en vastos sectores de la sociedad. Son fechas que remiten a eventos que quedaron marcados en la memoria colectiva. Eventos que, salvo excepciones, se recuerdan como alegrías, para unos, o traumas, para otros.

Esas fechas son como fantasmas que despiertan la memoria -de la mente y del cuerpo-, incluso en personas que no vivieron esos hechos. Los han heredados, como eso traumas no resueltos que pasan de generación en generación.

Esos fantasmas son esas fracturas que no se han resuelto, donde los perdedores no se reponen.

El domingo y los días posteriores han despertado en mí fantasmas. Me remiten a las sensaciones de los días previos a los plebiscitos de 1980 y de 1988. Puede ser irracional, sin embargo, aquí están. Los ambientes, algunas frases, gestos, las formas de moverse y de agruparse algunas personas han despertado en mí fantasmas. El tono, la vibración, ese hablar pausado y calmo para decir algo duro, amenazante. O fuerte, para dar una impresión de seguridad o confianza. Son tantas cosas…

1980

Ese año se realizó el plebiscito en el que se debía aprobar o rechazar la nueva Constitución, esa de “Pinochet” (o de Jaime Guzmán) que aún nos rige. Fue un proceso realizado en plena dictadura. Sin partidos políticos funcionando legalmente, con la gran mayoría de la prensa proclive al régimen (y el resto muy acosada), con varios organismos del Estado deteniendo, secuestrando, torturando, asesinando. Un plebiscito sin condiciones mínimas que le dieran legitimidad a ese acto.

En el fondo, el mensaje dominante era orden o caos, desarrollo o comunismo. La libertad era un término en disputa que, claramente, la dictadura iba perdiendo. (Ya no se escuchaba la canción Libre, de Nino Bravo, que la dictadura usó como un himno, incluso en versión marcha militar. Kast la ha vuelto a usar, pero en su versión original).

En esa disyuntiva, lo que se veía -para unos- eran muchos años de un país gris, opresivo. Para otros, el temor del caos, del comunismo, de perder lo logrado (un largo y complejo tema).

1988

Año de otro plebiscito, ese que se autoimpuso la dictadura el año 1980, pensando que sería un trámite. De hecho, ese mismo año 1988 muchos partidarios del régimen cívico-militar pensaron que era un trámite. Como muchos opositores estaban convencidos que sería inevitable que se repitiera el fraude de 1980.

No es el objetivo de estas líneas entrar a explicar por qué ganó el NO. Lo que interesa son los mensajes previos en pugna. Cambio, colores, democracia, Derechos Humanos versus dictadura. Y, sí, caos versus desarrollo. Libertad (porque esa batalla ya tenía ganador) versus régimen autoritario. Alegría, anhelos y entusiasmo versus statu quo.

En esas circunstancias valieron más la libertad, la democracia, los Derechos Humanos que la estabilidad económica, el desarrollo material y el gran despliegue comunicacional -apelando al miedo- durante meses.

2021

Hoy no puedo espantar esos viejos fantasmas que nos enfrentan a disyuntivas, en algunos casos, falsas. Por un lado, ese tufo a dictadura trasnochada -que no tendremos… en el corto plazo-, reflejado en declaraciones y frases misóginas, en actitudes autoritarias. En declaraciones dirigidas a la unidad, pero en conceptos de Patria, de identidad, de Chile, cerrados, excluyentes.

Por otro lado, está la “soberbia juventud”, con más ganas que experiencia, con más voluntad y entusiasmo que realismo. Con deseos profundos de cambiar a partir de sueños pequeños, medianos y grandes.

Las cartas, en gran medida, están jugadas. A los “jóvenes” es fácil encontrarles fallas, errores propios de la juventud o del entusiasmo (sin ningún paternalismo). El otro bando, ofrece “seguridad”… que nada cambiará, que, en lo posible, se volverá a ese pasado mejor. Y lo hacen mostrándolo como futuro.

Entre tantas cosas, en estos tiempos de elecciones, están en juego nuestros fantasmas, Esos que ya son parte de nuestra cultura, porque hay sueños y hay miedos que ya forman parte de ella.

(Los fantasmas, como los miedos, pueden ayudar a prevenir, a sobrevivir. Algunos huyen, otros atacan, están los que buscan formas de afrontar el peligro y los que se paralizan).

En estas elecciones, estamos llamados a elegir entre un entusiasta asustado y un bruto con sonrisa de ángel dopado. La elección del bruto lavará para siempre la historia de brutalidades que hemos padecido. La elección de los jóvenes infatuados está llena de riesgos pero al menos no borrará los restos del espíritu de libertad y de justicia que animaron a ratos a nuestra generación.
Fernando Balcells

Los fantasmas están jugando sus cartas, y muchos esperamos que uno -el “nuestro”- saque que as de la manga y espante, por muchos años, al otro.