La impactante movilización popular que se inició el 18 de octubre de 2019 es la referencia y contexto de esta propuesta escénica digital que protagonizan la actriz Daniela Ramírez y el actor Michael Silva.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Sin embargo, “Octubre, fragmentos de un estallido”, de Rodrigo Cuevas, con dirección de Nicolás Acuña, se hace íntimo cuando se concentra en una de las múltiples situaciones del levantamiento social.

Narra el encuentro entre una psicóloga que tiene que entrevistar y evacuar un informe clínico, y el capitán de Fuerzas Especiales de Carabineros, detenido y acusado de mutilar los ojos de una mujer que esperaba micro.

Un diálogo al interior del encierro, tenso e intenso, sencillo y vital, de lenguaje cotidiano como si fuera el recorte de un suceso a la intemperie.

Y aunque “Pateando piedras” y un audio aportan un ambiente convencional a la obra, la auténtica sonoridad de la calle -voces, arte mural, lucha de autodefensa y gritos de esperanza- se filtra sin ruido, a través de la fuerza del diálogo psicóloga-policía.

Textos y experiencias

De partida, la producción se beneficia con la experiencia audiovisual de sus dos creadores principales, responsables de destacadas series de televisión: Rodrigo Cuevas, autor de “Los 80”, mientras que Nicolás Acuña dirigió “El reemplazante” y “Los archivos del Cardenal”.

Un texto del psicoanalista Sigmund Freud (“Las emociones inexpresadas nunca mueren”) orienta los 33 minutos de la propuesta, a cargo de un elenco confinado en sus hogares.

La actriz Daniela Ramírez, como la psicóloga Camila Oyarzún, interviene desde el living de su casa, mientras que el actor MIchael Silva (capitán Fabián Cifuentes) sugiere estar en la celda de una subcomisaría.

Preguntas protocolares, duras y frías son las que emite ella, con el uniformado reticente a cumplir con su obligación de responder, lo que anuncia como será este contrapunto extraño.

En la obra se utilizan recursos audiovisuales muy simples para desarrollar el relato, planos medios y de rostros de los personajes en secuencias de uno o dos cuadros que resaltan el lenguaje del cuerpo, sin adornos de ningún tipo.

Ciertas preguntas y respuestas sintetizan lo que quiere conocer la psicóloga, la estructura valórica del uniformado en ejercicio de su actividad y si actúa del mismo modo en situaciones diversas.

Si dice groserías (“a veces”, replica luego de un silencio) o si pinta grafitis (no, afirma con rabia), entre otras consultas que llevan al carabinero a reclamar que “este test no es para mí, sino para un delincuente”.

En uno de los climax de la obra, el hombre se para y se va, incapaz de responder cuando Camila Oyarzún le lanza “¿Cree que mucha gente lo ve como un asesino?”

Octubre, fragmentos de un estallido, foto de Diego Ruiz (c)

Lado humano

Este quiebre dramático propicia un giro de la propuesta, con el acusado a la ofensiva y la psicóloga resintiendo el cambio de actitud.

El diálogo se enrarece cuando el uniformado despliega su artillería buscando construir su “lado humano” por la vía de someter a la profesional a una posible e insufrible experiencia: recibir insultos durante una protesta.

Son escenas que, al mismo tiempo, revelan el auto contexto del carabinero, construido con gran precisión por un diálogo que fluye muy crispado.

https://www.biobiochile.cl/noticias/artes-y-cultura/actualidad-cultural/2020/09/16/critica-de-teatro-canibal-el-animal-humano-en-decadencia-reactiva-crueldad-y-ferocidad.shtml

“Era un orgullo vestir el uniforme”, dice Cifuentes, “la gente nos respetaba. Pero nunca nos habían dicho paco ladrón”, puerta de entrada para denunciar “los robos del Alto Mando” y recordar dichos de Piñera (“estamos en guerra”), del general Rozas (“no daré de baja a nadie”) y rechazar el abandono institucional.

Al mismo tiempo, sigue definiendo las movilizaciones como “gueá social, delincuencial”, además de asociar la brutalidad policial con proteger y dar seguridad a la gente.

Esta agresiva ofensiva reduce a la psicóloga sólo a una actitud nerviosa y reflexiva, mientras busca rutas para seguir interrogando.

Quizás el gran recurso emotivo del acusado-detenido para perfilar su lado humano esté en contrastar ser “el mejor papá del mundo” con los “asesino y perkin” que le gritan en la calle, y al imaginar la “vergüenza que sentirá mi hija” cuando salga de la cárcel.

Con la tensión escénica al tope, este duelo dialéctico es registrado por cámaras que recogen el proceso de ablandamiento que sufre la psicóloga, la que no abandona el control emotivo que le aporta Daniela Ramírez.

En realidad, el trabajo de Michael Silva destaca de manera especial, porque su personaje realiza un viaje más sorpresivo, extenso y variado, acorralado entre juicios, prejuicios, su vida familiar interrumpida, el miedo al futuro y el abandono que siente por parte de sus superiores.

Es cierto que la obra corre el riesgo de mostrar aristas que podrían aminorar la responsabilidad del mutilador de ojos, cuando dice que no habría querido causar daño o que el delito lo cometió en una situación límite.

Pero lo que prevalece y da sentido a la obra es dejar al descubierto la imposibilidad de legitimar actos policiales criminales, escudarse en estar obedeciendo órdenes ni escabullir la responsabilidad del mando superior, además de desnudar antivalores que parecen permanecer en la formación de las huestes uniformadas.

Zoom Centro Mori
Sábado y domingo , 21.00 horas.
Entrada general $ 5.000 (teatromori.com).
Hasta 27 septiembre 2020.