El libro de Emilio García Rubio parte de hechos policiales, como fueron los robos a cajeros automáticos, para construir un personaje y una historia que transcurre en barrios venidos a menos, vidas sin esperanzas y las oportunidades que, con valentía -y pocos escrúpulos-, pueden hacer cambiar el destino.

Juan Chamorro tiene una vida monótona y en decadencia junto a su madre, su pareja y su hijo. Él, que siempre ha vivido en la casa familiar, empezó a trabajar desde los 11 años, y desde los 14, cuando se accidenta su padre, es el que sustenta a la familia. Cuando falleció su padre, conoció a la que es su pareja, una mujer separada que no ha logrado el divorcio, con la que tuvo un hijo, hoy preadolescente. Juan tiene un hermano que, quinceañero, ingresó a la Armada y desde entonces sabe poco de él.

Juan, gracias a un premio obtenido poco antes de la muerte de su padre jugando a la lotería, había instalado un taller de soldadura. Han pasado catorce años y todo sigue igual, pero con menos ganas. Su taller cada vez tiene menos clientes, ya no necesita de un ayudante, el vehículo que le sirve para el trabajo está viejo y la relación con su mujer es cada vez más fría y distante. Y el dinero, cosa que nunca le había pasado, ya no le alcanza. Las deudas lo agobian y los sueños, tanto los suyos como los de su pareja, están cada vez más lejos de cumplirse.

“- Bue… porque en esta vida si lo que uno quiere es conseguir cosas, hay que ser pillo.En vez si lo que uno quiere es encontrar el cariño, hay que ser honesto. Y las dos cosas son opuestas, eotonces hay que saber cuándo ser pillo y cuándo ser honesto…” (pp 325) es el desafío que debe enfrentar Juan.

En este contexto, Juan recibe una oferta inesperada: una invitación a traspasar sus límites (y la premisa heredada “hay que trabajar parea subsistir) que le permitiría ganar dinero fácil en muy poco tiempo. Un dinero que podría permitirle pagar sus deudas, volver a ganarse el respeto de su mujer, cumplir los sueños de ambos y, en especial, volver a valorarse.

“- Mira: Dicen que pa´ llegar rápido, hay que viajar solo; paro pa´ llegar lejos, es emjor ir acompaña´o” (pp 323), es otro dilema que tendrá de enfrentar.

“El rey del oxicorte” es una novela que, en casi 400 páginas, lleva al lector por barrios de clase media baja y baja, por realidades sociales de precariedad, donde lo legal y lo ilegal conviven, la sobrevivencia y la “avivada” a ratos se confunden, donde el machismo y la cultura popular lo impregnan todo. Una novela que conjuga lo costumbrista, lo social y lo policial, con algunos pasajes y diálogos notables. Pasajes y diálogos impregnados de cultura popular, de sabiduría popular, de emotividad.

“Lo que te quería decir es que si uno sabe leer a los demás, si uno aprende a descifrar a las personas, uno puede saber qué es lo que quieren. Y cuando aprendes a hacerlo, te puedes entretener sorprendiéndolos, porque puedes “adivinar” cosas de ellos y hacerles pensar que tienes el don de la clarividencia” (pp 114), dice un hombre de la calle, inspirado en el mítico “Divino Anticristo”.

“El rey del oxicorte” es una novela que se ajusta a estos tiempos, a estas circunstancias de encierro, a la que se perdonan algunos pasajes y páginas de más como algunas escenas y diálogos forzados. Y se le perdonan por el acto de bondad del narrador con su protagonista, un ser poco agraciado, sin personalidad y que nunca ha podido salir del hogar materno (un “mamón” que ha condenando, de paso, a su mujer) dándole una oportunidad a su vida, una mucho más potente que la lotería…

Una novela que vale la pena leer para visitar esas realidades y por esos pasajes entrañables.

"El rey del oxicorte", de Emilio García Rubio, Editorial Chiado (c)
“El rey del oxicorte”, de Emilio García Rubio, Editorial Chiado (c)

“El rey del oxicorte”

Emilio García Rubio
Editorial Chiado

Febrero de 2018