Del multitudinario e hiperkinético teatro callejero que hacía con la cia. La Difunta, la actriz y directora Isidora Gazmuri (30) saltó al más intimista teatro de animación de marionetas.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Un cambio que, tal vez, sea sólo por un tiempo, ya que esta egresada de la Universidad de Chile parece ser lo suficientemente curiosa y no asustarle reorientar su trabajo artístico.

Por ahora protagoniza y dirige “Caso 29: la sombra de un hombre”, ocho minutos de oscura tensión policial que sintetizan un relato en tres niveles de conciencia, mientras manipula la marioneta de rostro distorsionado y mirada de estupor que ella misma fabricó.

El breve y bien logrado relato que se exhibió en Instagram del Anfiteatro Bellas Artes es la primera parte de una producción en la que una detective viaja al inconsciente de la mujer asesinada para interrogarla sobre el horroroso femicidio que sufrió.

“Sí, es un cambio grande el que estoy experimentando, porque me interesa explorar nuevos lenguajes escénicos y cómo se fusionan con lo que uno ha hecho”, reconoce Isidora Gazmuri.

Contactos esenciales

“Como una experiencia muy entretenida, además de aprender mucho” define Isidora Gazmuri su paso por el taller de animación de marionetas que impartió la cia. Viaje Inmóvil, de Jaime Lorca.

“Pero no fue tan raro estar en contacto con una especialidad que desconocía”, agrega, “ya que algo similar me sucedió cuando audicioné para ingresar al Teatro La Difunta… sin haber hecho teatro callejero”.

¿Algo especial te atrae del trabajo con marionetas?

“Explorar un lenguaje escénico que no conocía, su técnica y la construcción del muñeco… Y, sobre todo, ver cómo se fusionan formatos y lenguajes”.

¿Tienen algo en común?

“Sí, aunque el gesto está en todo el teatro, en el teatro callejero es muy expresivo y concreto, lo mismo que en el teatro de animación”.

“Caso 29: la sombra de un hombre” (c)
“Caso 29: la sombra de un hombre” (c)

Procesos creativos

¿Qué es lo más difícil de la fase creativa del taller?

Que la marioneta refleje la esencia de la historia. Además de tener que aprender todo, uno debe proponer un relato que va creciendo mientras se construye: primero tuvo dos ojos, luego le tapé uno… así se fue definiendo el rostro”.

¿Pero tenías alguna estructura previa?

“Claro. Quería que se desarmara, una cabeza que se fragmentara en varias partes, como consecuencia del abuso, del trauma, del miedo que tiene la protagonista, una mujer con algo que reconstruir, luego de ser dañada profundamente”.

“Caso 29: la sombra de un hombre” (c)
“Caso 29: la sombra de un hombre” (c)

A propósito, no es una “cara bonita…”

“No, inicialmente tenía sus dos ojos, luego le tapé uno: al principio la pensé como una caricatura, una cabezota… no quería que fuera realista, sino que en la ficción tuviera algo horroroso”.

¿Referencias externas y propias?

“Sí, un caso del 2019, la muerte de una mujer que vivía en la calle, estrangulada y quemada dentro de una maleta que el asesino dejó botada en una calle de Providencia.

“Creo que de ese asesinato parte todo, del horror de la noticia. Me interesa transmitir el horror que sentimos al saber de un femicidio de este tipo”.

¿Dónde y cómo grabaron?

“Durante una noche, en el pasillo de una oficina cerca de donde vivo, que sugería la sensación de encierro. Es una grabación muy casera, con lo que teníamos a la mano.

“Iluminamos con dos lámparas de oficina, tapadas con papel mantequilla; para grabar en vivo usamos la cámara fija de un celular, subjetiva y con opinión. La cámara, y la música que insertamos después, estuvo a cargo de Tomás Rípoll”.