La definición central es quiénes definen y a través de qué procesos lo que queremos ser. Y ese quiénes y cómo tiene un trasfondo político e ideológico.

El Patrimonio Cultural es lo que un grupo, una comunidad o la sociedad, valora de su pasado, de su historia, artes, artesanía, costumbres, fiestas, etc.

El Patrimonio Cultural es, en buena medida, lo que queremos ser –y lo que otros quieren que seamos- en base a lo que hemos sido, lo que hemos hecho en el pasado.

Lo anterior –lo que queremos ser y lo que otros quieren que seamos- es fundamental entenderlo, porque de ello depende lo que valoramos, lo que protegemos, conservamos.

En este sentido, el Patrimonio Cultural es un acto de voluntad que debiera ser consciente y explícito.

Patrimonio Cultural: lo que queremos ser

Lo que queremos ser es una pregunta profunda, esencial, que no se responde de manera rápida, “a la rápida”, en forma “ejecutiva”, “eficiente”. Eso porque, en el fondo, al preguntarnos por la sociedad que deseamos ser estamos definiendo nuestro futuro social y político. Sólo al responder esa pregunta estaremos en condiciones de saber en forma consciente qué valoramos de nuestro pasado material e inmaterial y, por lo tanto, qué protegemos.

No es casual que la evolución de la humanidad se vea directamente reflejada en lo que, en las distintas comunidades, ha ido conservando. Si originalmente se protegían iglesias, palacios y construcciones militares –es decir los grandes poderes- hoy se valoran muchos más aspectos, reflejando una concepción de sociedad mucho más diversa, compleja e inclusiva: más democrática.

¿Quiénes definen lo que queremos ser?

El punto entonces no es sólo la pregunta sobre qué queremos ser y por lo tanto qué protegemos, sino a quiénes designamos para que respondan esa pregunta.

Hoy se (re)levanta la propuesta que el Patrimonio Cultural lo debe definir un grupo reducido de funcionarios públicos (que responden al gobierno de turno) y de “especialistas”, esos “sabelotodo” que tienen un largo currículo académico, muchas publicaciones, que saben cientos de citas de otros tantos académicos e intelectuales muy valiosos. Gente muy respetable y respetada.

Hoy, la gran disputa en el ámbito del Patrimonio Cultural -a mí entender- es decidir quiénes serán los que definirán qué es Patrimonio, con qué procedimientos y con cuáles categorías. Y la definición de esos “quiénes” (representantes de instituciones, organizaciones, ámbitos, comunidades) tendrá implícita una definición de la sociedad que queremos ser.

El Patrimonio Cultural, como definición de elementos simbólicos de distintas escalas, es un terreno político, es una lucha política sobre la definición de sociedad que queremos preservar o imponer.

Es ingenuo o abiertamente un engaño pensar que este tema es un “asunto de especialistas”. Detrás de ese argumento, consciente o inconscientemente, está la voluntad de reducir la pugna a los grandes poderes dejando fuera a las comunidades, a las diversas minorías sin poder, e incluso a una mayoría sin poder.

La lucha por la identidad, por lo que se quiere ser, es tan potente e importante porque con ella se pueden borrar luchas, identidades, comunidades. Puede ser un triunfo aplastante del mercado, ese que anula, que intenta transformarnos en borregos.

Foto de Pablo Ovalle, Agencia UNO (c)
Foto de Pablo Ovalle, Agencia UNO (c)

Lo que quieren que seamos: víctimas de la industria del turismo

Es indudable que no somos refractarios a lo que otros piensan y opinan de nosotros. Un ejemplo básico es cómo algunas comunidades se ven afectadas y modificadas por el turismo –una mezcla entre lo que los visitantes opinan y y lo que consumen-, transformándolas en algunos casos extremos en verdaderas representaciones de lo que “buscan” encontrar los visitantes y así responder a las expectativas generadas por la industria del turismo.

El Patrimonio Cultural debe ser una mezcla de los sentires y deseos de las comunidades locales con ideales e imaginarios regionales y nacionales, sin ser inmunes a la globalización.

Lo anterior debe ser construido con las comunidades, las que deben ser fortalecidas y reapropiarse de sus barrios, sus ciudades, sus entornos.