El misterio se acrecienta en el mar Báltico, donde el ejército sueco lanzó una operación al recibir informaciones sobre “una actividad submarina extranjera” frente a las costas de Estocolmo y tras las especulaciones sobre la presencia de un submarino ruso averiado.
Durante la noche del sábado, las fuerzas armadas suecas reforzaron una importante operación militar con más de 200 hombres, barcos furtivos, dragaminas y helicópteros, que rastrearon una zona del mar Báltico de unos 50 kilómetros, después de que un testigo afirmara haber visto “un objeto fabricado por el hombre” en el agua.
Rusia desmintió el domingo las informaciones de la prensa sueca sobre la búsqueda de este submarino. “No existe ninguna situación irregular y, mucho menos, accidentes con navíos rusos involucrados”, dijo el ministerio ruso de Defensa en un comunicado.
El rotativo sueco Svenska Dagbladet había informado la víspera de que los servicios secretos suecos interceptaron frecuencias de radio en una zona entre las costas de Estocolmo y el enclave ruso de Kaliningrado, donde tiene su base una gran parte de la flota rusa del Báltico.
“La transmisión tuvo lugar en una frecuencia especial, que Rusia utiliza en situaciones de emergencia”, indicó el diario, que cita a una fuente militar sueca.
Las fuerzas armadas suecas ni desmienten ni confirman las informaciones de la prensa sobre “actividades submarinas extranjeras”, pero reconocen el lanzamiento de una operación de “inteligencia”.
“Por el momento, llevamos a cabo una operación de inteligencia en el archipiélago de Estocolmo (…) con buques de guerra equipados con sensores submarinos (…) para establecer si hay o ha habido actividades submarinas extranjeras en la zona”, dijo el portavoz del ejército, Erik Lagersten.
Fuentes militares indicaron a Svenska Dagbladet que las señales de emergencia en ruso se interceptaron el jueves, un día antes de la interceptación de mensajes cifrados después de que las fuerzas suecas empezaran a peinar la zona.
En agosto de 2000, el Kursk, un submarino nuclear ruso, naufragó en el mar de Barents, donde murieron los 118 miembros de la tripulación. Las autoridades rusas fueron posteriormente el blanco de las críticas por negarse a recibir ayuda internacional y por las informaciones del fallido rescate.
En septiembre, el entonces ministro sueco de Relaciones Exteriores, Carl Bildt, criticó “la incursión aérea rusa más grave” en casi una década, después de que dos cazabombarderos SU-24 entraran supuestamente en el espacio aéreo de Suecia.