Para las personas que viajamos frecuentemente desde Yumbel hasta Concepción, la poca variedad que existe de empresas de buses hace rato que no es un problema porque nos hemos acostumbrado a ello. Hoy en día la única flota que recorre dicho trayecto es Línea Azul, que hace unos años compró la empresa familiar Sao Paulo.
Si bien ambas empresas son distintas, las prácticas en las que incurren son más bien idénticas: buses añosos, falta de cinturones de seguridad y el personal haciendo gala de sus conocimientos de Tetris para acomodar el exceso de gente que trasladan.
Las opciones que nos quedan son nulas, aunque de vez en cuando alguna nueva línea experimenta con recorridos hacia el pueblo. Estos suelen fracasar por la falta de difusión y, además, por la costumbre de los usuarios yumbelinos de ver el monopolio machacando nuestros derechos como consumidores.
El atractivo que genera para los transportistas el tramo entre la capital regional del Bío Bío y la denominada “ciudad santuario” no es mucho, exceptuando por las celebraciones de la festividad de San Sebastián, el 20 de enero y 20 de marzo que repletan la comuna de turistas. Ese mismo atractivo es el que termina mermando nuestros bolsillos, pagando adicionalmente cerca del 50% del valor del pasaje. ¿Mayor comodidad? ¿Cinturones? ¿Aire acondicionado? Nop.
Hace tres días compré el boleto para el bus con recorrido Yumbel-Concepción de las 16:00 horas de este domingo 17 de agosto. Habiendo llegado con 10 minutos de anticipación, me tomó unos 15 minutos tomar mi asiento a causa del exceso de pasajeros.
Desde mi puesto pude realizar un conteo: junto a los que iban sentados, 33 personas repletaban los pasillos. Teniendo en cuenta que el decreto 212 permite trasladar solo 20 personas de pie en recorridos urbanos y rurales (como lo recordó ayer el diputado Matías Walker), la actitud de la empresa equivale a sentarse sobre la disposición legal.
Di a conocer mi molestia al auxiliar del bus. “Es que todos quieren viajar”, fue su breve respuesta mientras cobraba un 25% menos del valor del pasaje a los desafortunados de los pasillos, usual modo de compensación.
Como si el calor en el bus, la falta de aire, la mezcolanza de aromas y las esperas por los cortes en la ruta O-50 no fueran suficientes, una pasajera que iba de pie se desmayó y fue auxiliada por los usuarios que la rodeaban. ¿La tripulación? Nada. El auxiliar ya había cumplido con su deber de cortar los boletos, y regresar a la aglomeración era un suicidio.
¿Es aceptable que las empresas que llevan años en este rubro, como Línea Azul, jueguen con la dignidad de los usuarios de Yumbel, a quienes no les queda otra opción por culpa del monopolio? ¿Es aceptable que esta empresa nos cobre adicionalmente en las cercanías de las festividades religiosas que se celebran en esta comuna?
¿Es justo para el usuario no tener siquiera un cinturón de seguridad solo porque la máquina no está fabricada después de 2008?
Si la ley los ampara, si los fiscalizadores están atados de manos -como me lo han dicho en muchas oportunidades cuando les consulto-, si las autoridades tiene muchas otras mejores problemáticas para atender, entonces solo pido a los vendedores que no apelen a nuestra idiotez cuando argumentan que durante todo el año nos “bendicen” con un descuento, mientras que en Semana Santa, Fiestas Patrias o cualquier festividad de ese tipo nos cobran el “valor normal”.