El jefe de gobierno italiano Silvio Berlusconi, cada vez más acorralado por la justicia italiana, que examina este martes la apertura de un nuevo juicio por sus escándalos sexuales, perdió definitivamente el apoyo de la Iglesia católica tras la dura condena del episcopado.

El tribunal de Nápoles (sur) considera que Berlusconi pudo incurrir en el delito de “incitación a mentir a la autoridad judicial” al aconsejar al empresario Gianpaolo Tarantini de guardar silencio sobre el pago a prostitutas de lujo y bellas jóvenes para participar en sus fiestas privadas, organizadas entre el 2008 y el 2009.

Para los fiscales existen elementos que indican que el jefe de gobierno compró el silencio de Tarantini, quien obtenía así favores del magnate de las comunicaciones y primer ministro Silvio Berlusconi.

Si se confirman tales sospechas, Berlusconi, que ya está implicado en varios casos judiciales por fraude, soborno y prostitución de menor, podría ser juzgado por un nuevo delito.

Según la prensa italiana, el tribunal de Nápoles determinó que la fiscalía de Bari es competente para investigar el caso y decidió poner en libertad a Tarantini, quien dejó el martes la prisión de Poggioreale (Nápoles), donde estaba encarcelado.

El caso de Tarantini, ilustrado a través de las escuchas telefónicas divulgadas por la prensa, destapó el discutible sistema con el que el empresario se ganaba la confianza del influyente político.

Los jueces, que intervinieron el teléfono del empresario, grabaron al menos 50 llamadas comprometedoras con Berlusconi.

Para los abogados de Berlusconi, el primer ministro no habría cometido delito alguno, pues se limitaba a ser el “utilizador final” de los servicios de las guapas invitadas.

Según las interceptaciones, había al menos cuatro o cinco muchachas por velada y Tarantini se encargada de reclutar rostros nuevos.

El empresario de Bari solía garantizar el transporte y el alojamiento de las chicas, a las que les prometía trabajar en programas televisivos o lanzarlas como actrices.

Otras escuchas dan cuerpo a la tesis de la fiscalía, en el sentido de que el objetivo de Tarantini era lograr contactos de alto rango con miras a conseguir contratos con importantes empresas del Estado, como Finmeccanica.

El inédito sistema de poder del multimillonario jefe de gobierno se está desmoronando, según numerosos editorialistas y hasta las casas de apuestas internacionales ofrecen como “muy cercana” la caída de Berlusconi.

El jefe de gobierno, con una popularidad que baja en picada, goza ahora de menos de un cuarto del aprecio de los italianos y perdió el lunes el apoyo de la influyente Iglesia católica.

“Mortifica tener que constatar comportamientos no sólo contrarios al público decoro sino intrínsecamente tristes y vacuos”, afirmó el lunes el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), en el discurso de apertura del consejo permanente de la institución.

La condena indirecta del purpurado, que no menciona el nombre de Berlusconi, suscitó reacciones en todas las capas de la sociedad.

Según el cardenal, “los comportamientos licenciosos y las relaciones inapropiadas son en sí mismos negativos y producen un daño social, prescindiendo de su notoriedad” y pide que se “purifique” el clima para proteger a las nuevas generaciones.

La jerarquía de la iglesia italiana ha apoyado tradicionalmente al gobierno conservador de Berlusconi, pese a su controvertida vida disipada, debido a que se ha pronunciado siempre contra el matrimonio homosexual, la eutanasia pasiva, la investigación con células madre y aprobó ampliar la financiación pública de colegios religiosos.

A la condena episcopal hay que añadir la de los empresarios y la de los diarios más influyentes del país que pidieron la semana pasada su dimisión por su incapacidad para hacer frente a la crisis económica.

Ante tales presiones, Berlusconi se aferra al poder y responde sin titubear: “No renuncio, cuento con la mayoría del Parlamento”, dijo.

“Claro que tiene la mayoría garantizada. Compra los votos de todo disidente”, comentó Francesco Rutelli, ex alcalde de Roma.