El este y centro de México fueron azotados el jueves por fuertes vientos y precipitaciones que causaron deslaves y caída de árboles, luego de que Arlene, la primera tormenta importante de la temporada del Atlántico, ingresó a territorio mexicano en la madrugada.

La lluvia constante, que según los pronósticos se extenderá hasta el fin de semana, marcó la presencia de la tormenta tropical Arlene que, según el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (CNH), tocó tierra en las costas del estado de Veracruz con vientos de 100 km/h, pero perdió fuerza rápidamente.

Una persona murió electrocutada en el puerto de Tampico al tocar un cable de un poste de electricidad tumbado por los vientos, según Pedro Benavides, director del servicio de socorro estatal Protección Civil en el estado de Tamaulipas (noroeste), vecino a Veracruz.

Hacia las 00H01 GMT del viernes, Arlene se había degradado a depresión tropical con vientos de 55 km/h. Se espera que “se disipe sobre las montañas del centro de México para el viernes”, agregó en su reporte el CNH.

Los puertos de Veracruz fueron cerrados a la navegación debido al fuerte oleaje, que alcanzó hasta seis metros, al tiempo que se suspendieron clases y actividades laborales en el norte del estado, según Protección Civil.

El Ejército y la Marina Armada instalaron 398 refugios. Unas 1.300 personas desalojaron sus viviendas por precaución, especialmente las ubicadas en las orillas de los numerosos ríos que atraviesan Veracruz.

El gobernador Javier Duarte pidió la declaratoria de emergencia en 53 municipios y señaló que 178.000 personas resultaron damnificadas por la lluvia.

La estela de nubes que dejó Arlene se concentró en el centro de México, pero se extendió incluso a regiones de Guatemala y El Salvador.

Se estima que entre el jueves y el viernes caerán hasta 200 mm de lluvia en el este de México, con picos máximos de 380 mm en zonas montañosas. Esto equivale a 380 litros de agua por metro cuadrado en 24 horas.

En 2010, buena parte de Veracruz quedó bajo agua por el paso de varios huracanes, en una temporada de lluvias que el gobierno describió como la más intensa desde que hay registro, que dejó 125 muertos, casi un millón de damnificados y pérdidas superiores a los 4.000 millones de dólares.

En el estado de Tamaulipas, los puertos sobre la Costa del Golfo permanecieron cerrados por el intenso oleaje, pero las lluvias contribuyeron a recuperar el nivel de ríos y represas cuyo caudal había disminuido por la fuerte sequía que afecta al norte de México desde comienzos de año.

En tanto, el estado de Puebla (centro) también fue afectado por intensas precipitaciones que provocaron deslaves en una carretera y reblandecimiento de tierras en Eloxichitlán, una de las comunidades más pobres de México, causando destrozos en tres viviendas, cuyos habitantes fueron enviados a un refugio.