El Papa Benedicto XVI consagró este domingo el templo expiatorio de la Sagrada Familia elevándolo a la categoría de “basílica menor” y permitiendo así la celebración de misas en la que ha sido considerada una catedral del siglo XXI, aunque todavía está inacabada.

Sagrada Familia / Pablo Costa en Picasa.

Sagrada Familia / Pablo Costa en Picasa.

“Queridos hermanos, al dedicar a Dios nuestro Señor esta santa iglesia de la Sagrada Familia, supliquémosle que bendiga esta agua, criatura suya, con la cual seremos rociados en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo, y con la cual se purificarán los muros y el nuevo altar”, dijo el Pontífice al bendecir el agua con la que luego roció el altar y las paredes del templo.

Vestido de blanco con casulla amarilla y mitra del mismo color dorado, el Papa llegó a este templo, obra cumbre del arquitecto catalán Antoni Gaudí, al filo sobre las 9h30 locales (8h30 GMT), donde ya le esperaban el rey Juan Carlos I de España y su esposa, la reina Sofía.

Más de 6.000 personas, entre personalidades y público, asistieron en el interior de la ya basílica a la ceremonia de “dedicación a Dios” del templo, cuya primera eucaristía ofició este domingo el Santo Padre, tras aprestar el recinto para el culto.

El Papa escuchó la bienvenida del cardenal-arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, y una breve explicación de la construcción de la Sagrada Familia, cuya finalización se prevé en 2026, antes de entregar las llaves del templo al sacerdote que será su encargado.

La ceremonia “hace realidad el sueño del siervo de Dios Antonio Gaudí cuando proyectó este templo”, recordó Martínez Sistach, en referencia al creador de la iglesia, que se hizo cargo de su construcción en 1883 tras modificar los planos del arquitecto Francisco de Paula, que la había iniciado en 1882.

Gaudí, cuya beatificación sigue su curso en el Vaticano desde 2003 y cuyo cuerpo reposa en la cripta del templo desde su muerte en 1926, atropellado por un tranvía, también fue recordado por el Papa en su homilía de dedicación de la nueva basílica.

“Recordamos, sobre todo, al que fue el alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta”, dijo Benedicto XVI.

El Santo Padre completó la consagración del templo –cuya construcción se financia con donaciones, en su calidad de expiatorio, y con el dinero de las entradas de las visitas turísticas–, procediendo a la unción con aceites sagrados del altar, en el que también quemó incienso como símbolo de que las oraciones ascienden hacia Dios.

Simultáneamente, otros 12 obispos y cardenales ungieron los muros de la nueva basílica firmando 12 cruces doradas distribuidas por el templo, en cada una de las cuales se colocó después una pequeña vela, en símbolo de los apóstoles, los mismos en los que pensó Gaudí al diseñar 12 de las 18 torres con que cuenta el templo barcelonés.

De estas torres, 12 de las cuales se dedican a los apóstoles, cuatro a los evangelistas, una a Jesús y otra a la Virgen María, sólo hay ocho acabadas por el momento, en un templo para cuya concepción Gaudí “unió la realidad del mundo y la historia de la salvación tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la liturgia”.

La Sagrada Familia es un compendio de símbolos como la fachada del Nacimiento, la única que completó Gaudí, para dar ejemplo, en la que introdujo temas vegetales, figuras humanas y en la que relata el nacimiento de Jesús y algunas escenas de su infancia.

Gaudí “sacó los retablos afuera para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo”, afirmó el Pontífice.

Desde esta fachada, el Papa rezó el Angelus ante miles de fieles que le despidieron con un cerrado aplauso, dando por finalizados los actos en la nueva “basílica menor”.