En cada caleta de la región del Bío-Bío encontramos historias de pescadores y familias que luchan por reconstruir sus vidas. Recorrimos los campamentos de Coliumo donde la lejanía con el mar y el letargo de no poder trabajar hacen que sea más difícil reponerse al terremoto.

La orilla costera de Coliumo está desolada, mucho dista de aquella alegre caleta donde reinaban los restoranes y los pescadores recogiendo sus redes. Ahora son pocos los rostros que encontramos y abundan los escombros, las casas derrumbadas y los destrozos devueltos por el mar. ” Parece un pueblo fantasma” dice Jeannette Rubio, habitante del sector.

Nos sorprende en nuestro recorrido el trabajo de este hombre que a sus 84 años no deja las herramientas. Pescador como todos en la caleta, ahora está limpiando las malezas que crecen alrededor de lo que por años fue su casa.

Y es que lo que más lamentan los lugareños de Coliumo, es la lejanía al mar a la que deberán acostumbrarse. Los que aquí albergan, perdieron su hogar y también el tsunami se llevó sus embarcaciones. No tiene con qué trabajar y esto hace la espera aún menos llevadera.” Perder un bote es como cortar las manos” dice Marcelino de la Cruz Gómez , uno de los pescadores.

Para él, que toda su vida se ha dedicado a la pesca, y ha criado a sus hijos con la misma, cuesta volver a levantarse y encontrar otra fuente de ingresos.

Estos pescadores, no piden que se les regalen las cosas ni que se les entregue todo fácilmente, tienen la fuerza de empezar de nuevo de volver a trabajar, pero siempre en el mar.

Para ayudarlos puedes entregar tu aporte a la campaña Mar de Esperanza, con ella se busca comprar embarcaciones para entregarle su fuente laboral a quienes viven del mar. Infórmate en www.mardeesperanza.cl