El tobogán de Whistler, construido con lo último de la tecnología, ha ganado mala fama tras la muerte de un atleta y una cadena de accidentes que tienen a los organizadores de los Juegos Olímpicos de Invierno Vancouver-2010 en la encrucijada de escoger entre velocidad y seguridad.

Imagen: knowledge.coastalwatch.com

La pista donde falleció el pasado viernes durante un entrenamiento el competidor georgiano de luge Nodar Kumaritashvili, se ha ganado fama de ser la más rápida del mundo, y también la más peligrosa.

El tobogán es uno de los 16 toboganes existentes en el mundo para grandes competiciones internacionales. Construido a un costo de 104,9 millones de dólares, el centro acoge competiciones de luge, skeleton y bobsleigh, todos deportes que consisten en deslizarse sobre diferentes tipos de trineo.

Su sinuoso trazado de 1.450 m, con 16 curvas y la caída vertical más alta del mundo (152 m), superficie semicombada, con una capa de hielo de 2 a 5 cm, le convierten en un reto para los atletas y una atracción televisiva de primer orden.

“Es todo un reto para los pilotos”, aseguró el luger argentino Rubén ‘Speedy’ González, único latinoamericano participante en Vancouver en las pruebas de deslizamiento de trineos. “Hay que leer rápido la pista y no tolera faltas de concentración”.

Sobre esta superficie el alemán Felix Loch llegó a marcar un escalofriante descenso de 154 km/h el invierno pasado, cuando se estreno el tobogán en una competencia de la Copa del Mundo de luge.

“Las velocidades son muy altas, de arriba a abajo, es un verdadero reto, ya que hay muchas curvas difíciles”, indicó el luger estadounidense Tony Benshoof.

El georgiano Kumaritashvili iba a 140 km/h cuando sufrió el mortal accidente al salir volando de la pista por sobre el muro de contención para estrellarse contra una columna de acero que sostiene la instalación.

La muerte del chico de 21 años ha desatado un cruce de acusaciones entre las autoridades georgianas, que critican la falta de seguridad de la pista para los atletas, y los organizadores y directivos de la Federación Internacional del deporte, quienes indican que el accidente de Kumaritashvili fue por un “error humano” y no por defectos de la pista.

Lo cierto es que, después del trágico accidente, se tomaron algunas medidas como elevar los muros que bordean la peligrosa curva 16, la última antes de encarar la recta final del trayecto, y se incrementó un tanto el grosor de la capa de hielo para hacer más lenta la salida.

Hasta el jueves por la mañana se habían registrado ocho vuelcos de trineo en los entrenamientos de bobsleigh en esa pista, todos sin graves consecuencias, salvo lo ocurrido al australiano Duncan Harvey, quien debió abandonar la competencia.

“A Harvey se le realizaron radiografías y una tomografía computarizada después que su trineo se estrelló en la curva cinco. Sufrió algunas laceraciones en la espalda y deberá descansar”, manifestó Mike Tancredo, director de prensa del Comité Olímpico Australiano, en un comunicado.

La Federación Internacional de Bobsleigh y Skeleton (FIBS) insiste en que el número de accidentados en Whistler es menor a los 17 accidentes registrados en el tobogán de los Juegos de Salt Lake City-2002, por lo que no se trata de un tema de seguridad.

El asunto dará que hablar todavía, pues el bobsleigh tendrá actividad hasta el día 27, penúltimo de los Juegos.

Empero, para evitar trascendidos, la FIBS ha prohibido a los atletas y entrenadores hablar con la prensa sobre el tema.

“Creo que es escandaloso, es una broma”, manifestó este jueves indignado el director del equipo alemán Thomas Schwab.