En los jardines de los Campos de Marte en Puerto Príncipe, los sobrevivientes se están organizando: construyen casas, crean comisiones y nacen pequeños oficios. Sin embargo, dos semanas después del sismo que asoló a Haití, la falta de comida sigue siendo un gran problema.
Chapas, pedazos de madera, barras de metal, bloques de piedra, camas con sábanas, sillas, barbacoas y alfombras. Todo lo que los saqueadores pudieron rescatar de entre las ruinas de Puerto Príncipe, se ve aquí reciclado para la construcción de cabañas frágiles.
Los refugios cuentan con un rincón para la cocina, uno para la limpieza, y otro para acostarse. Afuera están las palanganas para bañarse a la vista de todos. Algunos lo hacen desnudos y otros solo con el torso sin ropa.
Vendedores de prendas de vestir, de alcohol o comestibles se instalaron en los callejones. Cerca de los puestos de arroz, de frituras o de caramelos, se puede comprar desde ketchup, caballa y pastas hasta productos para el pelo y lápices labiales. “Pero no vendo mucho”, dice Fénelon Louis, 36 años.
En medio de esta nueva organización nacen pequeños oficios: hay mujeres que cocinan una carne que desprende un olor tentador. Ahí mismo, un hombre alquila su generador para recargar teléfonos celulares. Y sobre un pedazo de madera en ese mismo lugar un cartel indica: “aquí hacemos manicura”.
Por otro lado, varias comisiones se ponen en marcha en este lugar, punto emblemático de la ciudad situado frente al derruido Palacio Nacional. La tienda montada por los militares franceses se llama: “El comité de Haití del mañana”. “Intentan coordinarse con la alcaldía para las asignaciones de las otras tiendas. Les pedimos sacar la basura y ser el vínculo con la Policía”, explica un capitán.
Más lejos, unos jóvenes buscan hacer lo mismo y dan vueltas en las noches para garantizar un mínimo de seguridad o recoger la basura.
“Nuestro objetivo es sanear los lugares, obtener tiendas de campaña, encontrar agua y comida”, dice Michel Emile, informático de 28 años. “Pero todavía no entendimos donde están los puntos de distribución de agua y comida”, agrega.
El capitán francés también reconoce no saber exactamente el sitio donde se encuentran. Algunos haitianos se las arreglan con el dinero que tienen en el banco o con préstamos que recibieron de sus allegados. Otros comparten con los que no tienen. Y hay otros que comen un día por medio.
Los sobrevivientes del sismo del 12 de enero deambulan durante todo el día en busca de algo de comida para alimentar a sus familias. “No encontramos todos los días”, dice Djilly Pierre, contadora de 26 años.
En el campo, hay hombres que cocinan y lavan la ropa. Algunos recuperaron sus trabajos en la ciudad. Pero la mayor parte del tiempo los hombres no hacen nada. Perdieron el rol de jefe de familia que lleva el dinero a casa. “Es duro, no tengo costumbre de no hacer nada, es molesto”, dice Pierre Claudel, ceramista de 24 años.
A los hombres se los ve recostados a la sombra o deambulando. “Me encontré con amigos, hablamos de la situación, de todo y de nada. Antes me gustaba mucho cortejar a la mujeres pero acá no tengo la cabeza para eso”, añade el joven. Son principalmente las mujeres quienes mantienen el hogar. Barren, ordenan y se ocupan de los hijos. “Nos levantamos, cocinamos, lavamos los platos y la ropa. Vamos a la iglesia, leemos la Biblia. Hay veces que nos divertimos y otras que esperamos”, describe Saradjine Saint-Jean, estudiante de 21 años.
Entre los refugios, los niños ríen mientras juegan a la escondida, y las niñas saltan la cuerda. Otros niños se divierten con autos de juguete fabricados por ellos mismos con botellas y tapones que sirven de ruedas. Y en algunos sitios, se elevan pequeñas cometas fabricadas con bolsas de plástico.