El inmenso caos que dejó el terremoto del 12 de diciembre en Puerto Príncipe y otras ciudades va a proporcionar miles de empleos a los haitianos, que tendrán que limpiar montañas de escombros.

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Organizaciones no gubernamentales como CHF International, presentes en Haití desde hace años con financiamiento estadounidense, se especializan ahora en limpieza de escombros y darán empleo a miles de haitianos.

El lunes, la ONG dedicada a construir infraestructuras empezaba a distribuir mazas, palas y picos a equipos de doce voluntarios haitianos.

“Esperamos emplear hasta 3.500 personas en los próximos meses en todo Puerto Príncipe”, indica Alberto Wilde, director de CHF Internacional en Haití. “Les pagaremos 6 o 7 dólares diarios, según la tarea”, añade Sinan Al-Najjav, un ingeniero iraquí de la organización.

Por su lado, la ONU empezó a pagar un máximo de 150 gourdes haitianas por día, unos 5 dólares, a haitianos empleados para la limpieza. “El lunes empleamos a 2.000 personas en Carrefour Feuille, 1.000 personas en Leogane, 1.000 en Gran Goave y 1.000 en Petit Goave. De aquí a un mes y medio esperamos contratar hasta 200.000 personas”, indicó a AFP Eliana Nicolini, coordinadora del PNUD (Programa de la ONU para el Desarrollo) en Haití.

Sobre el terreno, los equipos de CHF Internacional y del constructor de maquinaria pesada Caterpillar tienen como misión despejar los ejes de circulación, mientras esperan la llegada unas cuarenta excavadoras y palas mecánicas por avión militar, que se sumarán a las cuatro máquinas que ya tienen trabajando.

En el barrio de Delmas, ocho camiones cedidos por una empresa local se llevan restos de cemento mezclados con retazos de ropa o de cortinas. “Hay gestos de solidaridad. El director de esta firma local no ha proporcionado los camiones gratis”, explica Sinan Al-Najjav.

Cuando surge un cadáver entre las ruinas, la operación se detiene y los equipos llaman a las autoridades municipales: “he llegado a ver cadáveres en camiones de la basura. Queremos evitar eso”, asegura M. Al-Najjav.

Pero la coordinación con los servicios municipales es extremadamente difícil: “los alcaldes no tienen oficina, ni dinero, ni gasolina, ni comunicaciones”, deplora.

Con dificultades, las excavadoras tratan de aplanar el terreno en los lugares donde quedó una casa destruida: “tratamos de despejar el espacio, cuando no es peligroso, para que el propietario de la casa pueda tomar posesión de su terreno y plantar una tienda de campaña”, explica Wilde, director de CHF.