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Una de las armas más poderosas para sembrar el pánico y el terror en el mundo, es el uso estratégico de la propaganda, y el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) lo sabe mejor que nadie.

El grupo extremista se ha puesto acorde a la tecnología y ha usado los diferentes canales que existen en internet para expandir su mensaje. La fórmula que más les había funcionado hasta hoy, era mostrar los abominables crímenes que cometen en nombre de su causa en contra sus enemigos.

Aunque resultan difíciles de observar, sus videos con decapitaciones y ejecuciones han sido vistos por millones de personas en todo el mundo, y reproducidos en cientos de canales de televisión.

Pero como todo en la vida, repetir una estrategia tantas veces puede dejar de generar impacto en el público, quienes se desensibilizan ante sus horrorosos actos. Esto pasó con ISIS, quienes tuvieron que buscar una nueva fórmula para cumplir sus objetivo. La que encontraron, sin embargo, fue mucho más perturbadora de lo que alguien podría imaginar.

ABC News
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En los últimos meses, el Estado Islámico comenzó a incrementar el uso de niños pequeños en sus videos propagandísticos. Ya no sólo se les mostraba durante su entrenamiento para convertirse en futuros combatientes, sino que como protagonistas de crueles matanzas.

Sin ir más lejos, en enero pasado subieron un video de alta calidad técnica donde se veía a un grupo de niños -que no superaban los 10 años- persiguiendo a varios de prisioneros en una casa abandonada. En esta especie de macabro juego del gato y el ratón, los menores de edad mostraban sus habilidades de soldados y un conocimiento detallado del uso de armas y rastreo.

Pero algo peor estaba por venir, sólo semanas después revelaron su video más impactante. Esta vez, el protagonista del clip era un niño de sólo tres años, quien vestido de negro se acerca a un supuesto espía israelí capturado, a quien le dispara a sangre fría.

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Horrorismo

El uso de los niños se enmarca en lo que la filósofa política Adriana Caverro llama horrorismo, cuyo objetivo apunta a corromper las nociones fundamentales de lo que se considera un comportamiento humano civilizado, éste no despierta miedo o terror, sino que una repulsión profunda que pocos pueden tolerar.

Y es que pocas generan tanto rechazo como el hecho de corromper la inocencia de un pequeño con ideas que es muy poco probable que puedan entender y menos radicalizar, aunque sí se es posible implantarlas a través de un “lavado de cerebro”.

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¿De dónde vienen estos niños?

La gran mayoría de ellos han sido capturados y secuestrados desde poblados que fueron ocupados por los extremistas, sin embargo, un porcentaje nada menor fueron llevados por sus propios padres.

Según Amnistía Internacional, “en algunos países, unirse a un grupo armado se ve como una salida a situaciones de pobreza extrema, con limitadas oportunidades de empleo y situaciones de inseguridad, en las que la milicia puede proporcionar protección, comida y una familia sustituta”, explican.

En este caso, cuando una persona se une a ISIS se les suele pedir que también lleven a su familia con ellos, especialmente si tienen niños, los que pasan a ser parte de los cachorros calibato, nombre que se les da a los menores en entrenamiento, y que hace alusión al apodo que usan los extremistas entre ellos: león.

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En agosto del año pasado, un hombre australiano que se unió al grupo radical en Siria junto a su joven familia, subió una foto a Twitter donde aparece su hijo de siete años sujetando la cabeza de una persona con sus dos manos. “Ese es mi chico”, escribió junto a la imagen que, según CNN, habría sido tomada en Raqqa, Siria.

Los radicales del Estado Islámico también los entrenan en diferentes áreas para convertirlos en una nueva generación de terroristas, un proceso que es gradual y orquestado para dar la impresión de que es un hecho consensual y no obligatorio.

Según el diario estadounidense The Huffington Post, en la mayoría de estos campamentos, los niños deben practicar las decapitaciones con muñecas rubias de ojos azules y con un overol narajo, como el que han usado la mayoría de sus víctimas más famosas como James Foley.

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También se les enseña a disparar con distintas armas, además de construir bombas y tener que usar chalecos explosivos de prueba.

“Durante 30 días nos despertábamos e íbamos a trotar, luego desayunábamos, aprendíamos el Corán y el Hadiz del Profeta. Después tomamos cursos de armas, Kalashnikovs y otras cosas militares ligeras”, contó a CNN uno de estos niños que logró escapar de las garras de los terroristas.

Los menores de edad también son expuestos gradualmente a violencia aberrante, tal como lo hacen los pedófilos para ganar la confianza de sus víctimas. Los mayores les muestran imágenes cada vez más explicitas de asesinatos y decapitaciones como una forma de desensibilizarlos y acostumbrarlos a este actuar, hasta que se transforme en algo casi natural para ellos.

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“Cuando íbamos a la mezquita, nos ordenaban que fuéramos al día siguiente a una hora y lugar específicos para [mirar] las cabezas cortadas, atascadas o apedreadas”, agregó. “Vimos a un joven que no ayunó por Ramadán, por lo que lo crucificaron por tres días, y vimos a una mujer siendo apedreada [hasta la muerte] por adulterio”, dijo el menor de edad, quien ya se encuentra fuera de Siria junto a su familia intentando rehacer su vida.

Según Amnistía Internacional, “el reclutamiento de menores soldado es una práctica prohibida por el Protocolo facultativo de la Convención de derechos del niño sobre la participación de menores en conflictos armados, la herramienta que asegura que ningún niño o niña es utilizado como soldado”.

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