La escritura a mano es cada vez más escasa en el mundo hiperconectado que vivimos. Para los adultos se trata de una ejercicio romántico, que los conecta con su pasado y con su infancia, mientras que para las nuevas generaciones no es más que una actividad anacrónica.

Para explicar los beneficios de la escritura a mano, un grupo de científicos trabajó en una investigación para la revista Journal of Learning Disabilities. El propósito fue determinar la manera en que se relacionaban el lenguaje oral y escrito con la atención y las habilidades de función ejecutiva en niños de cuarto a noveno grado (EE.UU).

Según detalla The New York Times, Virginia Berninger, profesora de psicología educativa de la Universidad de Washington y autora y jefa de la investigación, expresó que “escribir a mano, es decir formar letras, involucra la mente lo cual puede ayudar a que los niños presten atención al lenguaje escrito”.

En otro artículo, publicado esta vez por The Journal of Early Childhood Literacy, Laura Dinehart, llegó a la conclusión que los niños con buena caligrafía pueden sacar mejores calificaciones, ya que su trabajo es más agradable de leer para los maestros. Por otra  parte, aquellos con caligrafía lamentable, a través de sus dificultades para escribir se dan cuenta de que deben concentrarse demasiado para dibujar las letras, algo que a la larga los perjudica.

La doctora Dinehart estudió el fenómeno en una población de niños de bajos recursos. Allí comprobó que quienes tenían buena caligrafía más tarde cosechaban calificaciones destacadas  en su trayectoria escolar.

“Este mito de que la escritura es solo una habilidad motora está absolutamente mal”, dijo Dra. Berninger a The New York Times. Y agregó: “Usamos las partes motoras de nuestro cerebro: la planificación y el control motor, pero tiene mucha importancia, es una región de nuestro cerebro donde el lenguaje y lo visual se unen, el giro fusiforme, donde los estímulos visuales se convierten en letras y palabras escritas”.

Karin James, profesora de ciencias psicológicas y del cerebro en la Universidad de Indiana, a través de resonancias magnéticas en niños que aún no sabían escribir, comprobó que “sus cerebros no distinguen las letras; responden a ellas igual que a un triángulo”. Pero después de que se les enseña a moldearlas, la misma académica detectó un aumento en los patrones de activación cerebral, en respuesta a las letras.

El detalle está en que teclear una letra no parece activar el cerebro de la misma manera que escribiendo una a mano.

Según la Dra. Beringer, los niños requieren entrenar sus manos a través de un método introductorio que consiste en moldear las letras en un papel. Luego, continuar con dos años de aprendizaje y práctica de letra cursiva. Y para finalizar, trabajar la atención sistemática a la mecanografía.