Como trabajadores y trabajadoras de la escuela, deseamos hacer llegar nuestro apoyo a la familia de Elizabeth Uribe Troncoso y a las personas cercanas a ella, así como también a la comunidad educativa Leopoldo Lucero González de Concepción, luego de su fallecimiento confirmado como femicidio por la oficina regional del Sernam.

Aunque desconocemos la historia de Elizabeth, las experiencias de violencia que sufrió a lo largo de su vida, y las razones que pudieron haber llevado a su esposo a tomar esta decisión, sentimos un profundo dolor por lo acontecido. Esto nos ha llevado a reflexionar y a mirarnos a nosotros(as) mismos(as), a nuestras prácticas cotidianas, a la forma de relacionarnos con nuestros compañeros y compañeras, y por sobre todo, a la forma en que educamos a nuestros y nuestras estudiantes, y en que nos educamos y vamos construyéndonos como sociedad.

Día a día nos desenvolvemos en un contexto en el que nos dedicamos a trabajar para cumplir metas sin mirarnos más allá como “colegas”, en que el sentido real del convivir se ha perdido, en el que nos hemos dedicado a juzgar olvidando que detrás de cada una de las personas hay historias. Y que es este sistema patriarcal y las relaciones de poder implantadas por éste el que nos segrega, impone límites mal entendidos entre nuestra vida personal y el ejercicio de nuestra labor, aplastando nuestro ser único e integral, convirtiéndonos en víctimas de víctimas.

Instancias de encuentro

Hemos perdido el sentido de comunidad, hemos dejado de dar un apoyo verdadero, hemos olvidado que podemos frenar esta gran máquina que nos engaña transformando nuestras vidas en sólo producir.

Entendemos este lamentable y devastador hecho como un llamado de atención para volver al origen, para reconstruir instancias de encuentro entre nosotros(as), en dónde nos conozcamos, en donde podamos ser auténticamente.

Abordemos las temáticas de género en educación, involucremos a todos los estamentos, no sigamos frenando las denuncias que deben hacerse, no esperemos para detener cualquier forma de violencia. Dejemos de naturalizar nuestros comentarios sexistas y creencias machistas, ya que a pesar de ser dicho sin mala intención pueden tener el poder de frenar tal vez el único grito de ayuda de una persona que sufre violencia.

De-construyamos nuestros paradigmas limitantes, y volvamos a construir otros en base al amor, entendiéndolo como una herramienta maravillosa para valorar y respetar profundamente tanto a nosotros(as) mismos(as) como a los y las demás. Reinvindiquemos nuestra significación del amor romántico, y enseñemos que el amor es un territorio donde no tiene cabida la posesividad, los celos y cualquier otra forma de violencia. Generemos lazos de confianza, de preocupación, y de apoyo mutuo para que nunca más volvamos a ver a una compañera esconder detrás de una risa profundos dolores y miedos.

El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella -como para el hombre- fuente de vida y no un peligro mortal.

Comunicado enviado por trabajadores y trabajadoras de la Escuela Diferencial Chile- España, Concepción.

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