El escritor napolitano entrega en esta novela corta, autobiográfica, un lúcido relato del paso de la infancia a la pubertad. Un relato preciso y emotivo, fino y profundo, del sentido de la vida, de los sentimientos, del amor.

Con más de sesenta años, Erri De Luca volvió sobre ese niño que fue cuando tenía diez, cuando leía mucho y no entendía a los adultos y todos los grandes problemas que generaban en torno al amor, una palabra que logra entender un verano. Un verano en que, además de ayudar a los pescadores locales, conoce a una chica un poco mayor que le gusta leer, como a él.

Un libro hermoso, sin textos de más, ambientado en las post-guerra, en la lucha entre el “sueño americano” y las raíces culturales.

– ¿Me escuchas o me miras?
No sé cómo se me ocurrió decir:
– ¿Puedo escoger?
Sonrió. A partir de las comisuras de la boca, la sonrisa invadió el resto de su cara y bajó por todo su cuerpo hasta los pies, que sonrieron también.
(pp 87)

Las observaciones de De Luca son sutiles y sensibles, descritas con pocas palabras, con las necesarias.

– Te lo pregunto otra vez, ¿te gusta el amor?
– Bueno, si es esto, sí.
Pensé que entendería todos los libros a partir de aquel momento.
(pp 122)

En Los peces no cierran los ojos se muestra un protagonista sensible, consciente de su entorno, en especial de los más desfavorecidos:

Por lo general, al final de la pesca soltaba entre las rocas el contenido del cubo. No le enseñaba a nadie el gesto, que podía suponer una ofensa para quien con tan poco podía llenar un plato en la mesa. (pp 86)

Y mordaz al recordar la siguiente cita de sus lecturas:

“Los remordimientos no atormentan a quien se sale con la suya” (pp 39)

Los peces no cierran los ojos muestra un mundo introvertido, de mucha sensibilidad que no requiere estímulos estridentes ni excesivos. Es un poema escrito en prosa.

Los peces no cierran los ojos

Erri De Luca
Editorial Seix Barral
Madrid, marzo de 2012