Abierto está el debate frente al mantenimiento de la prueba Simce como herramienta para medir la calidad de la educación en el país. Y es que genera aprensiones en el mundo académico por varios aspectos: la visión reduccionista de los aprendizajes, la falta de definición del concepto de “calidad” y la desconocida correlación entre “lo enseñado y lo evaluado”.

A esto se suma que se trata sólo de una muestra de contenidos, sin considerar los puntos de partida de los sujetos de estudio y menos las diferencias entre las distintas generaciones.

La profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Concepción, magíster en modelos de evaluación de aprendizajes, Carla Barría así lo expresó.

Punto aparte son la mala utilización de los resultados y las malas prácticas de algunos establecimientos, teniendo en cuenta que el Simce ha evolucionado en el tiempo considerando otros elementos, pero insuficientes para consolidarlo como el sistema de medición de la calidad de la educación.

Por su parte, la directora de Formación Práctica de la Facultad de Educación de la Universidad del Desarrollo, Kiomi Matsumoto, señaló que éste es hoy el sistema que entrega información, pero al que se le está exigiendo más del propósito con que fue creado.

La necesidad de contar una evaluación es indiscutible, y si bien el Simce está avalado históricamente, insiste la académica, esta es una discusión que se tiene que dar ahora, cuando se debaten algunos principios básicos de la educación chilena.