Los dos bandos en Yemen esperan lograr victorias militares antes de aceptar la tregua propuesta por la ONU, opinan los expertos, pero aún está lejos cualquier acuerdo político en las conversaciones de Ginebra que deberían concluir este viernes.

Hasta ahora, no se ha logrado ningún avance en las negociaciones entre los rebeldes chiitas hutíes, que siguen ganando terreno en Yemen, y el gobierno exiliado en Arabia Saudí, que cuenta con los bombardeos aéreos de la coalición árabe para debilitar a los insurgentes.

El enviado especial de la ONU en Yemen, Ismail Ould Cheikh Ahmed, va y viene entre ambas delegaciones para convencerlas de que firmen una tregua humanitaria.

Como condición previa a la aceptación del alto el fuego, el gobierno yemení exige que los rebeldes, apoyados por militares leales al expresidente yemení Alí Abdalá Saleh y respaldados por Irán, se retiren de las zonas conquistadas.

Por su parte, los rebeldes reclaman el fin de los bombardeos sin condiciones antes de su retirada, si bien, según fuentes cercanas a las negociaciones, el jueves parecían dispuestos a plantearse salir de las ciudades sunitas de Adén (sur) y Taez (centro), alejadas de su bastión en el norte del país, donde se enfrentan a una fuerte resistencia armada.

“Ninguna de las partes ha agotado aún sus opciones militares y ambas creen poder obtener ventaja sobre el terreno” antes de la tregua, explica April Alley, especialista de Yemen en el International Crisis Group.

Desde su entrada en Saná en septiembre, los milicianos de esta comunidad zaidita, una rama del chiismo, han logrado un avance fulgurante en el país, obligando al presidente Abd Rabo Mansur Hadi a huir a refugiarse en la vecina Arabia Saudí.

Este avance ha hecho posible una alianza con el ex presidente Saleh, que paradójicamente los combatió cuando estaba en el poder.

“Matrimonio de conveniencia”

Un diplomático occidental que sigue las negociaciones de Ginebra compara esta alianza a “un matrimonio de conveniencia donde cada para aporta algo: los rebeldes, su determinación, su conocimiento del terreno y sus apoyos” entre la población, sobre todo de ciertas tribus; el bando de Saleh, las tropas de élite – guardia presidencial y fuerzas especiales -, “el armamento pesado y la red de comunicaciones”.

El analista Mustafá Alani, del Gulf Research Center, estima el número de milicianos hutíes de entre 15.000 y 20.000. Los combatientes han sido formados por consejeros iraníes y del Hezbolá libanés, pero desde el inicio de los bombardeos “no reciben ayuda militar de Irán”, asegura.

En cuanto a las tropas de élite, cuentan con unos 70.000 militares, pero es difícil saber en qué proporción siguen siendo leales a Saleh, señala Alani.

Las tropas leales a Hadi son más reducidas en número y peor equipadas. Junto a miembros de tribus, partidos y civiles, forman la “resistencia popular” que trata de detener el avance de los rebeldes.

Hadi, que “no tiene una base tribal ni fuerza en el seno del ejército”, según Alani, solo cuenta con los bombardeos aéreos para debilitar a sus oponentes.

Los ataques, casi cotidianos desde el 26 de marzo, han afectado ciertamente a sus adversarios, “destruyendo sus centros de comunicación y (parte de) su armamento pesado”, dice este experto. Pero esas operaciones “no han invertido la tendencia en el terreno”, donde los rebeldes hutíes siguen avanzando en varias regiones.

Elecciones

Pese a que el enviado de la ONU ya ha desplegado todos sus encantos diplomáticos para lograr una tregua, las posiciones de ambos bandos siguen estando muy alejadas.

Los rebeldes, sin experiencia de gobierno ni en negociaciones internacionales, reclaman elecciones.

“Esperamos que estas consultas preliminares desemboquen en un acuerdo (…) para concluir la transición política en curso y que esta nos lleve a elecciones justas y democráticas”, anunció el jefe de la delegación rebelde, Hamza al Houthi.

Mientras, la ONU se prepara para anunciar, según sus delegados, una nueva sesión de negociaciones.