El impacto emocional del asesinato del carismático Boris Nemtsov, que sacó a la calle a decenas de miles de moscovitas, no será suficiente para reactivar la oposición rusa, sin ninguna influencia política desde la llegada al poder de Vladimir Putin.

El 1º de marzo, dos días después del asesinato de Nemtsov frente al Kremlin, la sede de la presidencia y símbolo máximo del poder, varias decenas de miles de personas se manifestaron para rendir un último homenaje al líder opositor.

La manifestación, autorizada por el gobierno, recordó las grandes manifestaciones de 2011 y 2012 contra el poder ruso y el presidente Vladimir Putin.

Pero según los expertos no será suficiente para que la oposición, debilitada, dividida y casi inaudible, vuelva al primer plano de la política rusa.

“La idea de que el asesinato pueda llevar a la población a rebelarse contra el clima de odio y de intolerancia contra la oposición demócrata y pro-occidental es un sueño”, dice a la AFP Clifford Gaddy, analista del Brookings Institute y autor de un libro sobre Putin.

Aunque su carrera política estaba en cierto sentido agotada, para la mayoría de los rusos pro-occidentales Boris Nemtsov seguía siendo el símbolo de las reformas que instalaron el capitalismo en Rusia en los años noventa tras la disolución de la Unión Soviética.

Nemtsov era uno de los últimos dirigentes de la época de la presidencia de Boris Yeltsin capaz de alzar la voz contra Putin y de unificar a los opositores en manifestaciones puntuales.

El asesinato de Nemtsov, haya sido obra de ultranacionalistas o de islamistas, tiene el objetivo de amedrentar a “las personas que estaban del mismo lado de la barricada que él”, opina Gaddy.

División de la oposición

No obstante, la emoción causada por el asesinato tuvo algunos efectos positivos, como obligar a algunos dirigentes a hablar de la posibilidad de presentar listas comunes en las legislativas de 2016.

“Las probabilidades de unión aumentaron después de la muerte de Boris Nemtsov”, dice el exministro Vladimir Milov, que sin embargo señala que algunos dirigentes de la oposición están pensando seriamente en irse del país.

“Discutimos pero estamos divididos. Algunos quieren que los veteranos abran paso a los jóvenes, pero la vieja guardia no quiere ceder el lugar a los aficionados”, agrega Milov.

La carrera de Boris Nemtsov simboliza de cierta manera el destino de la oposición demócrata.

En 1999, la Unión de Fuerzas de Derecha (SPS) y su rival Iabloko tenían 50 de los 450 diputados de en la Duma, la cámara baja del parlamento ruso. Sin embargo, en 2003, apenas cuatro años después, habían desaparecido del parlamento.

En 2011, el fraude electoral y el retorno de Putin a la presidencia hicieron salir a las calles a la clase media rusa, sobre todo en Moscú.

El poder encarceló a algunas figuras opositoras destacadas, como el bloguero anticorrupción Alexei Navalny o el grupo punk-feminista Pussy Riot, señalando de esa manera que la acción política podía costar caro.

Nemtsov, condenado a 15 días de prisión en enero de 2011, no era, según muchos observadores, una amenaza para el poder porque no era una figura suficientemente federadora, a diferencia de Alexei Navalny, actualmente en detención domiciliaria y perseguido con frecuencia por la justicia.

La situación de la oposición se complicó aún más en 2014, cuando Putin decidió anexar Crimea, aumentando en forma espectacular su popularidad, que hoy supera 80% de opiniones positivas.

La población rusa es muy sensible a la retórica nacionalista y a la denuncia permanente de un complot occidental contra Rusia, que Putin desarrolla desde hace varios años.

El discurso nacionalista sobre Crimea y el este de Ucrania, convierte paralelamente a cada opositor en un traidor que amenaza al país.

Oficialmente el asesinato de Nemtsov fue obra de radicales chechenos, pero el caso ha crecido en confusión precisamente tras la detención de varios sospechosos.

El principal sospechoso, Zaur Dadayev, de 31 años, afirmó que su confesión había sido extraída bajo la tortura, según un miembro del Consejo consultivo para los derechos humanos del Kremlin, Andrei Babushkin, y una periodista de un diario popular, Eva Merkacheva.

El consejero de derechos humanos del presidente ruso, Mijail Fedotov, anunció el jueves su intención de visitar en la cárcel a Dadayev.