La primera ministra de Tailandia, Yingluck Shinawatra, rechazó el lunes las exigencias de los manifestantes que quieren reemplazar su gobierno por un “consejo popular”, durante su primer discurso televisado desde las violentas manifestaciones del sábado.

“Estoy dispuesta a hacer todo lo posible para que el pueblo sea feliz. Pero como primera ministra, lo que hago debe ser conforme a la Constitución”, declaró, rechazando la idea de un “consejo popular” que no haya surgido de elecciones.

“Se puede barajar la posibilidad de dimitir o de disolver el parlamento, si así se tranquiliza a los manifestantes y se restaura la calma”, agregó, instando una vez más a la oposición a negociar.

Nuevas escaramuzas se produjeron el lunes en Tailandia entre fuerzas del orden y miles de manifestantes opositores que quieren la caída del gobierno.

La policía empleó gases lacrimógenos, como la víspera, para defender la Casa de Gobierno, bajo alta protección, rodeada de bloques de cemento y alambradas de espino, constató la AFP.

Los manifestantes -alianza heteróclita de la burguesía conservadora cercana al opositor Partido Democrático y grupúsculos ultramonárquicos- son muy hostiles al hermano de Yingluck, el multimillonario Thaksin Shinawatra.

Los manifestantes -que el domingo eran 70.000 en la capital, según la policía, contra cerca de 180.000 hace una semana- acusan a Thaksin, ex primer ministro derrocado por un golpe de Estado en 2006, de ser el que decide de verdad la política en el país, a pesar de su exilio en Dubái.

La violencia estalló el sábado por la noche cerca del estadio cuando unos “camisas rojas” progubernamentales a bordo de un autobús empezaron a tirar adoquines contra unos opositores. Un hombre de 21 años, primera víctima de la revuelta, murió de bala en circunstancias confusas. Otras tres personas murieron y 57 resultaron heridas, según los equipos de rescate. Al menos dos “camisas rojas” se encuentran entre las víctimas, según la policía.

La escalada de la tensión desde hace un mes, que se disparó el sábado con la primer muerte, hace temer graves disturbios.

Los líderes del movimiento opositor llamaron a un último esfuerzo para llegar a la “victoria” antes del cumpleaños del rey Bhumibol, el 5 de diciembre, unas celebraciones durante las cuales es impensable manifestarse en una sociedad tailandesa muy respetuosa de su rey.

La ira de los manifestantes fue provocada por un proyecto de ley de amnistía, redactado según ellos deliberadamente para permitir el regreso de Thaksin, que vive en el exilio para escapar a una condena a dos años de prisión por malversaciones financieras.

A pesar de que el Senado rechazó el texto, los manifestantes continuaron su movilización.

En 2010, unos 100.000 “camisas rojas” habían ocupado el centro de Bangkok para reclamar la caída del gobierno de entonces, en una protesta que fue disuelta por el ejército.

La crisis, que dejó unos 90 muertos y 1.900 heridos, hizo aflorar las profundas divisiones de la sociedad entre masas rurales y urbanas desfavorecidas del norte y noreste, fieles a Thaksin, y las élites de la capital que gravitan en torno al palacio real, y que ven al ex primer ministro como una amenaza para la monarquía.