Numerosos sirios han abandonado el país, ya que temen un posible ataque occidental, pero muchos habitantes de la capital se muestran desafiantes ante el “complot estadounidense” y aseguran que “Damasco no caerá”.

En el mercado central de Salhiyé, una zona popular de la capital, Dima, una pintora de 30 años, afirma apoyar totalmente al presidente Bashar al Asad y está “segura de que nos va a defender”.

Como muchas de las personas que la Agencia France Press entrevistó en Damasco, Dima está convencida de que Estados Unidos y sus aliados quieren atacar al régimen de Asad, al que acusan de haber usado armas químicas, con el fin de romper el “eje de resistencia” que forman Damasco, Teherán y el Hezbolá libanés, tres enemigos de Washington. “Damasco es una fortaleza, una espina en el pie de Estados Unidos, y no caerá”, asegura la joven.

El régimen alienta el nacionalismo y afirma su determinación a enfrentar un ataque extranjero que, de llevarse a cabo, sería el primer bombardeo de potencias occidentales en Siria desde la Segunda Guerra Mundial.

Los canales de televisión oficiales transmiten incesantemente imágenes del ejercito en combate resaltando la “resistencia de Siria ante el agresor”.

“Si tuviera miedo, ya me hubiera ido hace tiempo. Si mi país es atacado, seré voluntaria para combatir en el ejército o para ayudar”, dice Dima, sentada en una mesa en una calle animada.

Según ONG libanesas, el promedio de familias sirias que llegan a diario a Líbano, que oscilaba entre 40 y 60, se sitúa actualmente entre 80 y 120.

Alrededor de Dima, exceptuando el ruido intermitente de los bombardeos, los retenes y los militares en la calle, todo parece “normal”. Hay vendedores de maíz, jóvenes mirando escaparates, un grupo de gente delante del puesto de un vendedor ambulante de jugos y ensaladas de fruta.

Otros son más fatalistas. “Ocurrirá lo que está escrito”, dice Hanan, una mujer con velo que se está comprando zapatos en una tienda bien abastecida.

En la capital, quienes aceptan contestar a las preguntas de los periodistas dicen cosas parecidas a lo que afirman las autoridades.”Nos quedaremos y resistiremos y así ganaremos”, declara Um Hasan, una mujer de unos cincuenta años con un velo blanco y grandes gafas negras, cerca de la estación de tren de Hiyaz, en el centro de la ciudad.

“Aunque haya un baño de sangre, Damasco resistirá. Aunque vengan con tanques, tendrán que pasar sobre nuestros cadáveres”, puntualiza Fuad, otro damasceno.

En momentos en que París se prepara para participar en un posible ataque, los transeúntes dicen que van a “resistir” al igual que Yusef al Azmeh, un héroe nacional que luchó contra Francia cuando, tras la Primera Guerra Mundial, este país tenía un mandato de la Sociedad de Naciones sobre Siria.

“Yusef al Azmeh sólo tenía algunos fusiles y nunca cedió ante los franceses. Nosotros haremos lo mismo”, asegura Abu Firas, un obrero, a unos cientos de metros de la estatua del héroe de la lucha contra Francia.

El régimen y los medios de comunicación oficiales hablan de una Francia sometida a los designios de Estados Unidos, por completo opuesta a la que en su momento comando el general Charles de Gaulle. “¡Qué vergüenza ver a Francia dejarse llevar así por Estados Unidos”, grita un transeúnte.

Otros afirman recordar la guerra de Octubre en la que se enfrentaron hace 40 años Egipto y Siria con Israel. “En 1973, yo tenía 14 años y me subía al techo de casa para mirar los aviones israelíes”, cuenta Mazen, un ingeniero, mientras mira los títulos de la prensa oficial en la calle. “La fe en nuestra victoria será mayor que cualquier fuerza militar”, agrega.