La terrorífica amenaza de Estados Unidos sobre Siria, y de pasada sobre las Naciones Unidas, llevó a que pasara casi desapercibida la formidable maniestación de gente de la clase media contra el gobierno de Colombia, donde más de un millón de personas se lanzaron a protestar en las ciudades, las carreteras y los centros agrícolas del país.

En Bogotá cerca de 300 mil personas se tomaron las calles. El gobierno detectó que entre ellos había unos supuestos encapuchados vandálicos, y movilizó por su parte a 50 mil soldados para reforzar a la policía. En la represión callejera mataron a dos estudiantes, dejaron heridas a 80 otras personas, y detuvieron a algo más de doscientos manifestantes.

Por supuesto, lo de Colombia y lo de Siria son dos temas extremadamente distintos. Pero fíjese que comparten un mismo origen conceptual, que es la patética confusión entre lo que es el valor y el precio.

Aparece sólo como una tenue diferencia filosófica, de esa filosofía que ya no se les enseña a los niños chilenos… pero cuando esa diferencia comienza a funcionar sobre nuestras decisiones, produce resultados prodigiosos.

Desde el lanzamiento de bombas atómicas sobre población civil no combatiente, hasta llevar a una asombrosa alianza política de la derecha y la izquierda, como ocurrió en Nicaragua.

En estos momentos, en la Casa Blanca de Washington está de moda ser “consecuencialista”. En realidad, la moda había comenzado con las evaluaciones y cálculos del economista Milton Friedman y sus Chicago Boys.

Básicamente, se entendía que lo que produce ganancias está necesariamente bien. Y, claro, la medida más práctica de lo que es ganancia, es el dinero. O sea, se implicaba que está bien lo que produce dinero.

Y en su discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz, el presidente Barak Obama insertó el concepto de “consecuencialismo” para decidir la guerra, la paz y en general las relaciones internacionales.

Según él, lo que vale es tener sentido práctico. Hay que aprender a jugar apuestas con el mismísimo Satanás, hay que aprender a hacerse amigo de tiranos asesinos, y a menudo hay que hacer la guerra para obtener resultados buenos.

Eso, en elegantes términos de economistas, equivale a decir lo que dijo Niciolás Maquiavelo hace 500 años: El fin justifica los medios”.

Escucha la crónica completa de Ruperto Concha a continuación: