León Ferrari, un artista plástico argentino polémico, provocador y laureado internacionalmente, cuya obra anticlerical enojó al papa Francisco cuando era el cardenal Jorge Bergoglio, murió el jueves en Buenos Aires a los 92 años.

“Lamentablemente podemos confirmar el fallecimiento de Ferrari”, señaló a la AFP una portavoz de arteUna, una red cultural entre cuyos promotores figuró el fallecido pintor y escultor.

“Ferrari llevó a fronteras inimaginables la relación política entre arte y sociedad”, declaró este jueves el secretario gubernamental de Cultura, Jorge Coscia.

Defensor de los derechos humanos y militante antibélico, Ferrari fue el fundador del antirreligioso Club de impíos, herejes, apóstatas, blasfemos, ateos, paganos, agnósticos e infieles (CIHABAPAI).

Una muestra retrospectiva de su obra, en el Centro Cultural Recoleta (CCR), el más importante a nivel comunal de la capital argentina, motivó en 2004 una fuerte reacción de sectores católicos y una carta pastoral de queja difundida por Bergoglio, ahora en su primer viaje internacional como Sumo Pontífice a Brasil.

“Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el CCR con motivo de una exposición plástica”, escribió el entonces purpurado de Buenos Aires.

Al ser inaugurada la muestra, un grupo de activistas ultra-católicos ingresó al grito de “¡Viva Cristo Rey!” y dañó algunas de las obras, lo que motivó un mitin de apoyo al artista, una causa judicial y la clausura final tras nuevas amenazas.

“La religión tiene una influencia muy grande en nuestra cultura, una influencia nefasta. La religión es de una intolerancia extrema, que se transmite a toda nuestra cultura, sin olvidarse que los exterminios tienen un origen religioso”, declaró en 2008 a la AFP.

Una de las obras más provocadoras de Ferrari es una instalación dentro de una jaula con excrementos de palomas sobre una reproducción del célebre fresco “Juicio Final” de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina del Vaticano.

El provocador hijo de un constructor de iglesias

Además de su cerrado anticlericalismo, Ferrari se destacó por su mensaje contra todo tipo de guerra e intolerancia. Así lo expresó en su famosa obra titulada “La Civilización Occidental y Cristiana” (1965), un trabajo escultórico que muestra a Cristo crucificado en la parte inferior de un bombardero estadounidense enviado a la guerra de Vietnam.

Ferrari tuvo que exiliarse en Brasil perseguido por la dictadura argentina (1976-1983) que secuestró a su hijo Ariel, uno de los miles de desaparecidos.

“Nosotros no sabíamos” se tituló otra de sus obras, realizada con recortes de diarios con la aparición de cadáveres quemados o fusilados que evocan los crímenes y desapariciones de personas en la dictadura.

Ferrari, graduado de ingeniero en 1947, se alzó con uno de sus premios más importantes de su extensa carrera en 2007, cuando recibió el León de Oro al mejor artista en la Bienal de Arte de Venecia.

Beneficiado con la beca Guggenheim en 1995, recibió en 2012 en Argentina el premio Konex de Platino en la disciplina Arte Conceptual 2002-2006 y el Konex de Brillante, al artista más destacado de la década en Argentina, tras haber recibido antes dos Diplomas al Mérito Konex (1992 y 2002), lauros que otorga una entidad civil sin fines de lucro.

Sus obras pudieron verse en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), el Reina Sofía de Madrid y el de Arte Moderno de Sao Paulo, entre otros.

Ferrari era hijo de Augusto Ferrari, un artista italiano que había realizado unos frescos en un templo en la ciudad italiana de Turín.

Su padre fue demás restaurador de la iglesia de San Miguel, en la periferia oeste de Buenos Aires, donde pintó 120 cuadros, además de asistente en la construcción de iglesias.

Consultado una vez sobre semejante contraste familiar, el artista declaró alguna vez: “Yo no sé si lo que hago tiene que ver con que mi padre haya construido iglesias”.