Conocida la noticia del desmantelamiento de la red sospechosa de haber arreglado mas de 380 partidos de fútbol, entre ellos varios de la Liga de Campeones y clasificatorias al Mundial, implicando a 425 árbitros, dirigentes y jugadores, uno de inmediato asocia esta situación con una palabra cuyo significado pareciera que en este siglo XXI pierde su valor de manera inquietante. Hablo de la honorabilidad, ésa que a uno lo convierte en un ser honrado, digno de ser respetado y que permite una buena opinión en los demás….

Con asombro voy descubriendo, a medida que la Europol (Policia Europea) va desenmascarando el ilícito, el poder de una organización ilegal que se dedica al despreciable rubro de amañar partidos de fútbol para la practica de las apuestas ilegales. El negocio es completo pues acá ganan todos, ocho millones de beneficios en apuestas y casi dos millones de euros para jueces y jugadores sobornados.

Qué bonito. Ya no importa que a fines del siglo XIX el Barón Pierre de Coubertin en la inauguración de los Primeros Juegos Olímpicos Internacionales de Atenas decía al igual que Ethelbert Talbot: “lo importante no es ganar sino competir”, un lema que conlleva la mancomunión de todos los deportistas del mundo bajo el signo de la unión y la hermandad, sin fines de lucro y sólo por el único objetivo de tocar el cielo y la gloria.

Lo lejos estamos hoy de ése pensamiento tan romántico. Y es que el deporte se profesionalizó tanto, que inescrupulosos hoy también quieren lucrar de él. Ya no existe, pareciera ser, la competencia por el honor, y más cuando el poder de los dólares o los euros nublan el raciocinio y la inocencia deportiva.

¿Es posible hoy desconfiar de un jugador o de un arbitro con tanto adelanto tecnológico?, ¿Con ojos acusadores por todos lados? ¿Cómo puedo saber si quien ingresa a la cancha no tiene en su casillero del vestuario un maletín con dinero sucio por el soborno? ¿Quién asegura que a quienes se eligen en las directivas de los clubes o de las federaciones son personas integras y honorables? Hoy la duda cae en todos los paises, se habla que se abrieron procesos judiciales para árbitros, dirigentes y jugadores y en partidos que se jugaron en Alemania, Turquía y Suiza (primer mundo, sin duda) aunque también se sospecha de juegos en Latinoamérica, África y Asia.

Desde lejos articulan todo, porque son organizaciones criminales sofisticadas con base en el continente asiático y con coordinadores en toda Europa. Mientras mas lejos mejor, y si son millones los actores, más difícil resulta su captura. El flagelo pareciera desatado.

¿Es tan fácil sobornar 22 jugadores, cuatro árbitros y unos cuantos dirigentes desde lugares tan lejanos como Singapur, por ejemplo? Y con cifras que van desde los cien mil euros pero que reportan millones una vez que se pasa por caja. Pareciera que si, porque ya en Hungría hay 50 sospechosos de arreglar 33 partidos, porque todavía sigue en discusión un partido del ¡¡¡2010!!! entre las selecciones juveniles de Argentina y Bolivia, en donde dirigió un juez húngaro que cobró un penal dudoso en la prórroga de ¡¡¡13 minutos!!! También la UEFA pidió mayores antecedentes de la investigación para tomar cartas en el asunto. El tema inquieta y exaspera.

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Patricio Cabello es periodista y analista de Bío Bío Deportes. Durante 15 años siguió la actualidad de Universidad de Chile. Lo puedes seguir en su Twitter @patriciofutbol