Una de las migraciones animales más extraordinaria es la del salmón que nace y muere en el mismo río.

El salmón es una especie anádroma, es decir, que vive tanto en aguas dulces como saladas, y esto debido a que su nacimiento y muerte son en ríos, mientras que su desarrollo, en el mar.

Más específicamente, los salmones se mantienen 1 año o un año y medio en los ríos, hasta la aparición del instinto de nadar con la corriente y no en contra, para así llegar al mar y continuar con su ciclo de vida.

En ese instante, el estado de la apariencia física que los envuelve es conocido como “smolt”, muy negros por encima, blancos por debajo y con un plateado muy intenso en los costados.

Una vez en el mar y durante la etapa de maduración sexual, los salmones comienzan a perder aquellas tonalidades oscuras y adquieren un color anaranjado. Además, sólo los machos obtienen una especie de gancho en su boca como señal de maduración, conocida en salmonería como la “pipa”.

Al pasar 2 a 3 años, emprenden rumbo hacia arriba, hacia su río de origen. Durante la migración, no se alimentan ya que acumulan gran reserva energética, puesto que se trata de un gran esfuerzo físico que los somete a saltar corrientes e incluso, cataratas.

Ya arribados a destino, la hembra busca el lugar adecuado para comenzar a construir con su cola un hoyo para depositar sus huevos. Luego del desove, el macho arroja espermios sobre los huevos para producir la fecundación de forma casi instantánea. La eclosión dura alrededor de 40 días.

Generalmente, el viaje de vuelta a su lugar de origen es tan agotador, que los salmones mueren después del desove (excepto el salmón del Atlántico que no necesariamente muere y puede volver a repetir el trayecto).

Tal como lo indicó Alfredo Kemplau, investigador de la Universidad de Concepción, experto en piscicultura, los machos y las hembras sincronizan todas sus actividades fisiológicas y reproductivas a un mismo tiempo, en una determinada época del año que es cuando empiezan a remontar hacia los ríos.

En cuanto a esto, existen probabilidades que no todos maduren al mismo tiempo y eso es positivo –afirmó- puesto que se produce dispersión geográfica y aumentan las posibilidades de un cruzamiento genético con otras poblaciones, lo que ayuda a evitar las malformaciones por reproducción entre hermanos.

Se sospecha que este extraordinario viaje de ciclo de vida se debe a la capacidad de olfato que tiene el salmón, que ayudaría a recordar el olor de su río de origen. Otros estudios indican que puede haber influencia de las estrellas o del campo magnético de la tierra.

El ciclo de vida en condición de cultivo

En el caso de los salmones cultivados para el comercio, actividad tan presente en Chile, su ciclo de vida es más acelerado al estar controlado por humanos, bajo condiciones ambientales aptas para su desarrollo y con una potente alimentación.

Estos salmones se comportan de forma domesticable, según sostuvo el experto. “Están acostumbrados a que les den comida. No son capaces de cazar por ellos mismos”.

Para su reproducción, los salmones son seleccionados según su tamaño, su estado de salud, su voracidad, su comportamiento y sus colores, lo que indicaría que tienen buena información genética.

Así, son trasladados a estanques de agua dulce donde habitualmente son sacrificados para abrirlos y extraer los huevos de la hembra, los espermios del macho, mezclarlos en baldes y finalmente ponerlos en unidades de cultivo.

Los salmones reproductores, ya desovados y sacrificados, no sirven para el comercio. Esto, debido a que el pigmento anaranjado de la carne, durante la maduración sexual, se traspasa a la piel del macho y en el caso de las hembras, es transferido a los huevos como antioxidante para su protección. Por lo tanto, la carne se vuelve grisácea, con una textura y sabor desagradables.