Un atentado suicida dejó este viernes al menos 26 muertos y 46 heridos en Damasco, unas dos semanas después de un ataque similar imputado por las autoridades a la red islamista Al Qaida, pero que la oposición atribuyó al propio régimen de Bashar al Asad.

Otros ocho civiles fallecieron por los disparos de las fuerzas de seguridad sirias en el país, donde decenas de miles de personas salieron a la calle para reclamar la ayuda de la ONU con el objetivo de frenar la sangrienta represión del régimen.

“Un kamikaze” hizo estallar el explosivo que portaba “apuntando a los habitantes de Midán”, un barrio histórico de la capital, dijo la televisión estatal, quien añadió que “diez personas murieron y se encontraron los restos de los cadáveres de al menos 15 personas más. Otras 46 sufrieron heridas”.

“El atentado se produjo en un barrio popular cerca de la escuela Hasan al Hakim, en un lugar que estaba lleno de gente”, precisó la televisión, que mostró las primeras imágenes de la zona devastada donde se produjo la explosión.

“Los primeros elementos muestran que se trata de un atentado suicida que se produjo delante de un semáforo y que dejó decenas de muertos y de heridos, la mayoría civiles”, añadió la televisión.

“El objetivo del atentado terrorista eran los habitantes. La explosión fue potente y las ambulancias se dirigen hacia la zona”, añadió.

Las imágenes difundidas por la televisión mostraron restos de cuerpos mutilados en una bolsa negra, escombros por toda la zona y varios vehículos calcinados con los cristales destrozados.

Los Hermanos musulmanes sirios acusaron al régimen de Al Asad del atentado.

“Acusamos al régimen, a sus servicios de seguridad y a sus bandas de la total responsabilidad del crimen y les consideramos responsables de toda gota de sangre vertida en suelo sirio”, indicó en un comunicado su portavoz Zuheir Salem.

“Pedimos una investigación internacional y árabe sobre la explosión antes de que los criminales escondan sus pruebas del crimen”, añadió.

La televisión privada Dunia, cercana al poder, afirmó que un equipo de observadores árabes habían acudido al lugar de los hechos, pero que ninguno quiso hacer declaraciones.

Paralelamente, unas 50.000 personas salieron a la calle en la plaza de la Gran Mezquita de Duma, en la región de Damasco, mientras que se realizaron manifestaciones en Hama (centro), Idleb y Lattakia (noroeste), Alep (norte), Deir Ezzor (este) y Deraa (sur).

En Hama, cuatro civiles murieron cuando el ejército dispersó con disparos una manifestación, mientras que otros tres perecieron en la provincia de Damasco.

En Homs (centro), bastión del movimiento de contestación, un hombre de 36 años murió, según el Observatorio Siria para los Derechos Humanos.

El 23 de diciembre, 44 personas murieron y 166 resultaron heridas en dos atentados suicidas con coche bomba en Damasco, que fueron atribuidos a la red radical de Al Qaida por las autoridades, mientras la oposición acusó al régimen de Bashar al Asad.

Estos atentados, que no fueron reivindicados, apuntaron a la Dirección de la Seguridad General, el servicio más importante de información civil, así como a un edificio de la seguridad militar en el barrio de Kafar Susé (oeste).

Se trató entonces de los primeros atentados de este tipo desde el inicio de la rebelión popular el pasado 15 de marzo contra el régimen, que se niega a reconocer la magnitud de las protestas y acusa a “bandas armadas terroristas” de crear el caos en el país.

Los atentados del 23 de diciembre se produjeron un día después de la llegada a Siria de una delegación árabe que debía preparar la misión de observadores de la Liga Arabe, que se inició tres días después.

Esta misión, que visitó varias ciudades del país, es criticada cada vez más por la oposición siria, que le reprocha no haber impedido que el régimen siguiera su represión sangrienta de la rebelión.

Por su parte, el régimen de Asad acusó a Estados Unidos de inmiscuirse en la misión de observadores árabes encargados de dar cuenta de la situación en Siria.

Según los Comités Locales de Coordinación, que organizan las manifestaciones opositoras en Siria, 390 personas murieron desde el 26 de diciembre, fecha en que la misión de observadores comenzó su trabajo. El propio jefe de la Liga Árabe, Nabil al Arabi, admitió que los disparos contra los manifestantes contrarios al régimen continuaban.

Según estimaciones de la ONU, la represión en Siria dejó al menos 5.000 muertos desde el 15 de marzo.