Más de 500 personas murieron por deslizamientos de tierra tras lluvias torrenciales en la turística región de montaña al norte de Rio de Janeiro, según el último balance provisional de la que se considera una de las peores catástrofes naturales ocurridas en Brasil.

Varios municipios de esa región serrana a 100 km de Rio fueron asolados por masivos deslizamientos de tierra y ríos desbordados que se llevaron consigo a personas, casas, árboles y todo lo que encontraron por delante, dejando un saldo de al menos 506 fallecidos.

La presidenta Dilma Rousseff sobrevoló el área devastada y recorrió a pie varias calles de Nova Friburgo, una de las localidades más castigadas por la tragedia, donde prometió “acciones firmes de gobierno”.

“Es un momento muy dramático. Las escenas son muy fuertes”, dijo Rousseff después.

En Nova Friburgo, una ciudad industrial y agrícola 140 km al norte de Rio de Janeiro que amaneció incomunicada, al menos 225 personas murieron, informaron los servicios municipales a los medios locales.

En la turística Teresópolis, a unos 100 km al norte de Rio, otras 223 personas perdieron la vida, y en la vecina Petrópolis, una ciudad histórica de la época imperial, fueron 39, informaron esas alcaldías a la AFP. A esas ciudades se sumó Sumidouro, donde se reportaron 19 fallecidos.

Entre las víctimas hay “muchos niños y también ancianos” que son los que más difícilmente podían protegerse cuando las trombas de agua y lodo se llevaron las casas por delante, dijo el alcalde de Teresópolis, Jorge Mario Selacek.

Una situación esperanzadora en medio de la desolación fue el rescate con vida de un bebé de seis meses, que pasó 15 horas semisepultado por el barro, protegido por los brazos de su padre. El rescate del pequeño Nicolás duró cuatro horas y fue conmemorado con aplausos, vítores y lágrimas por la gente y los bomberos. El padre fue rescatado poco después.

El saldo de fallecidos aumentaba hora a hora a medida que los servicios de socorro llegaban a las zonas más aisladas y que se removían los escombros.

“A algunos lugares del interior no se consiguió llegar todavía”, informó a la AFP una portavoz de la alcaldía de Teresópolis, donde al menos 15 barrios fueron afectados por inundaciones y aludes desde las altas montañas.

Las escenas de destrucción se suman a las de desolación de quienes buscan a sus familiares. Centros de acogida, morgues y servicios de primeros auxilios eran improvisados en numerosos lugares de los municipios afectados.

Los desalojados, que debieron dejar sus hogares para ir a los de parientes o amigos, y los sin techo, que fueron a refugios del Estado, superan los 13.000, según las autoridades.

El vicegobernador de Rio, Luiz Fernando Pezão, exhortó a la población a salir de las zonas de riesgo, ya que se prevén más lluvias.

Los derrumbes fueron propiciados por una excepcional lluvia la madrugada del miércoles que acabó desprendiendo parte de las lomas montaña abajo, y fueron agravados por una urbanización irresponsable en muchas áreas de riesgo, permitida por las autoridades locales.

“Esas avalanchas arrastran una masa muy pesada -de tierra, agua y piedras-, con una gran velocidad, que se traduce en una capacidad de arrastre muy grande”, narró a la AFP el coordinador del laboratorio de Hidrología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Paulo Canedo, para explicar la devastación.

El gobierno aprobó un presupuesto de 780 millones de reales (más de 450 millones de dólares) para paliar el desastre.

La tragedia es una de las peores de la historia de Brasil. En 1967, 446 personas fallecieron en el balneario de Caraguatatuba, en Sao Paulo, según datos de organizaciones citados por la agencia paulista Estado.