Los cinco aspirantes republicanos a la Casa Blanca se miden este jueves en un décimo y crucial debate antes del “Super Martes”, la cita del 1 de marzo cuando 11 estados votarán en las primarias, con un cuarto de los delegados en juego.

Y la pregunta, más que nunca, será ¿Puede alguien detener a Donald Trump?

Luego de un mes de primarias en cuatro estados, Jeb Bush ya no está y Trump consolida su liderazgo tras ganar en New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada, mientras Marco Rubio y Ted Cruz, sus únicos rivales reales, intentan destronarlo.

El debate, que se espera acalorado, comenzará a las 19:30 horas locales en el Moores Opera Center de la Universidad de Houston (Texas, sur) y será transmitido en directo por la cadena CNN.

En ocasiones fanfarrón, bromista o amenazante pero siempre impredecible, el millonario ha afinado un estilo que seduce a una porción cada vez mayor -y diversa- de los votantes conservadores y desarma a sus contrincantes, que intentan con dificultad hallar un contraataque efectivo.

Cruz y Rubio, los senadores hijos de inmigrantes cubanos y los únicos que parecen contar con el arsenal para llegar hasta el final, saben que ponen mucho en juego en la velada texana.

Mientras que el neurocirujano Ben Carson sigue en la contienda pero, luego de puntear las encuestas a finales del año pasado, ya apenas figura en el radar de la contienda.

Por su parte el gobernador de Ohio, John Kasich, lleva un mensaje más moderado y menos sombrío que algunos de sus rivales sobre la situación de Estados Unidos. Pero las presiones para retirarse podrían crecer para que todas las fuerzas “antiTrump” puedan unirse detrás de la candidatura de Rubio, quien cuenta con la bendición del liderazgo del partido Republicano.

Tras su victoria en Nevada el martes, Trump lanzó que “los próximos dos meses serán increíbles”, prediciendo una ola de victorias que le darán la nominación republicana mucho antes de que el partido celebre su convención en julio en Cleveland (Ohio).

Trump: No puedo atacar a Rubio

Luego de sus tres victorias consecutivas (New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada), ¿bajará Trump el tono o se repetirá la campaña campal del último debate?

Ahora que Bush, quien fue por mucho tiempo el objeto favorito de las burlas y ataques de Trump, está fuera de la escena, ¿dirigirá el magnate inmobiliario su arsenal contra Rubio?

“Marco Rubio es un buen joven. No puedo atacarlo, él no me ha atacado”, dijo Trump esta semana.

Pero, “cuando él me pegue, ¡ay, si no le voy a pegar!”, añadió.

Sondeo en Florida

Un sondeo de Universidad de Quinnipiac, divulgada poco antes del debate, cayó como un posible rayo de la muerte a las esperanzas de algunos líderes republicanos de detener a Trump, pues predice que el magnate ganaría abultadamente en Florida, el estado de Rubio y de fuerte presencia de cubano-estadounidenses.

Un 44% de los republicanos en ese estado del sureste estadounidense votarían por Trump, y solo 28% por Rubio, quien nació en Miami en 1971. Mientras que Cruz obtendría el tercer lugar con 12%, según ese sondeo realizado entre el 21 al 24 de febrero entre posibles electores republicanos.

“Si Rubio no puede ganar su propio estado, es difícil ver cómo puede ganar en otras partes”, dijo Peter Brown, uno de los conductores de la encuesta.

La primaria de Florida se disputará el 15 de marzo, es el trofeo más preciado en la carrera republicana: el candidato ganador se lleva todos los 99 delegados.

Luego de esa fecha, en la que también estarán en disputa los delegados en Illinois, Ohio, Misuri y Carolina del Norte, el nominado republicano ya debería tener nombre y apellido.

Pero en el partido republicano, algunos aún esperan que la carrera se postergue, y se aferran a la posibilidad de que los tres candidatos -Trump, Rubio y Cruz- se mantengan en la pelea hasta la convención, sin que ninguno obtenga la mayoría absoluta de delegados (1.237 del total de 2.472).

En ese escenario, tras una primera ronda de votación, los delegados serían despojados de su compromiso inicial y podrían votar por el candidato de su preferencia, lo que equivaldría a resetear todo el entramado electoral.