El regreso al Sahel de ex combatientes gadafistas, formados para la guerra y bien armados, representa una amenaza para la seguridad de una región enfrentada al terrorismo que puede vivir nuevas rebeliones, más bandolerismo o alianzas con Al Qaida, según analistas.

“Estimamos en 600 el número de mercenarios y tuaregs del ejército regular libio que han cruzado las fronteras malíes y nigerianas” estas últimas semanas, ante el avance militar de las tropas combatientes contra las fuerzas gadafistas, afirma a la AFP un responsable de seguridad contactado en el norte de Malí.

“El peligro es que estos combatientes han regresado con armas. Si no tienen nada que llevarse a la boca, van a vender esas armas o servirse de ellas”, o pueden “formar ‘un ejército del Sahel’ capaz de resistir a cualquier Estado” de esta región donde ciertos países están menos equipados que los traficantes que atraviesan sus fronteras porosas, afirma el politólogo malí Musa Diallo.

Otro “peligro” según él: los ex combatientes gadafistas son oriundos de estas inmensas regiones desérticas, conocen el terreno y pueden instalarse como “dueños de este vasto espacio”.

Otras fuentes en diversos medios evocan el riesgo de ver que esos tuaregs malíes y nigerianos se alíen para lanzar una rebelión subregional, pero Mohamed Uld Sidi, ingeniero malí residente en el norte, no lo cree: “Por el momento no cuentan en Occidente con apoyos de peso como en el pasado”.

Sin embargo, “las armas nunca habían circulado tanto en la región”, declara un diplomático en Gao (norte de Malí) para quien “el conflicto libio ha montado un enorme lío para rato en la región. Puede pasar de todo en cualquier momento”, como ver que los excombatientes “vayan y vengan entre el Sahel y Libia”.

Para prevenir toda desestabilización, Bamako y Niamey han encargado a notables, electos y otras autoridades locales que procedan a la sensibilización de los ex combatientes para mantener la situación en calma.

En el norte de Malí, unos emisarios se reunieron estos días con líderes de opinión en este marco, según un responsable malí. En el vecino Níger, “el gobierno activó sus relaciones para que la paz frágil sea consolidada y que la situación libia no desestabilice el país”, afirmó un alto responsable nigeriano contactado desde Bamako.

Ahora bien, observa un responsable malí de seguridad, sería necesaria una “verdadera terapia de choque” para que el Sahel no se inflame con el regreso de estos excombatientes, cuando Al Qaida en el Maghreb Islámico (AQMI) está activo en varios países.

AQMI opera en el Sahel, donde comete atentados, secuestros -sobre todo de occidentales- y diversos tráficos. Sus miembros podrían aprovecharse de la circulación de armas de la red libia, según la misma fuente, que argumenta: “Los yihadistas harán todo lo posible para comprar a precio de oro las armas procedentes de Libia, primero para debilitar a los combatientes llegados de ese país. Luego impondrán su ley” para obligarles a “engrosar sus filas”.

“Es verdad que AQMI ha recuperado un arsenal importante aprovechando la revolución libia”, “armas pesadas, ametralladoras y cañones”, declara Eric Dénécé, director del Centro Francés de Investigación sobre servicios de información, coautor en mayo de un informe sobre la rebelión libia, que estuvo recientemente sobre el terreno.

“Esto va a prolongar AQMI, pero no corre peligro de que cambie mucho sus medios de acción”, analiza Dénécé, y duda que los yihadistas “tengan competencia técnica” para mantener estas armas y equipos militares en estado de funcionamiento.

“En cuanto a combatientes, AQMI no se ha reforzado. Como mucho siguen siendo 350 combatientes, en un 99% argelinos”, asegura.

Un responsable de ONG afirmó a la AFP que conoció a un excombatiente gadafista que le confió su deseo de vender sus armas para comprarse una casa y traer de Libia a su familia para volver a instalarse en su país.