El trabajo y las tareas cotidianas muchas veces agobian a los padres y los hace “estallar” ante las inquietudes o travesuras de sus hijos.

El problema está en que algunas frases, pronunciadas en un contexto estresante, causan dolor o transmiten mensajes equivocados a los niños.

Por ello, los expertos recomiendan contar hasta 10 y pensar muy bien antes de decir las siguientes palabras a los niños (Vía Yahoo!):

1. “Déjame tranquilo”, “no me molestes”, o “déjame en paz”

Todos los padres anhelan descansar de vez en cuando, el problema está cuando habitualmente algunos dicen a sus hijos, “no me molestes” o “estoy ocupado”. Y es los niños interiorizan el mensaje, señala la doctora Suzette Haden Elgin, fundadora del Centro de Estudios de Lengua Ozark, en Huntsville (Texas, EEUU).

“Empiezan a pensar que no tiene sentido en hablar con sus padres porque siempre los evitan” dice la experta, agregando que de este modo se configura un patrón, provocando que cuando los niños crecen se callen varias cosas.

Desde la infancia, los niños deben acostumbrarse a que sus padres dedican tiempo para sí mismos. Puedes aliviar la presión, dejando a su hijo algún día con alguien de confianza o aprovechar de descansar cuando el niño está concentrado en algún juego, obviamente sin perderlo de vista.

Si estás estresado u ocupado y tu hijo se acerca, es mejor decirle “tengo que terminar una cosa, así que debes quedarte en silencio durante unos minutos. Cuando termine, vamos a salir (o a jugar).”

2. “Eres tan …”

Las etiquetas pueden llegar a cambiar la personalidad de los niños. Frases como “¿Por qué eres tan malo con tu hermana” o “¿cómo puedes ser tan torpe?” no son buenas, tampoco es beneficioso para ellos escuchar que le dices a otra persona “ella es tan tímida”. Y es que los pequeños creen todo lo que oyen, aún cuando se trata de ellos mismos. Además, las etiquetas negativas pueden convertirse en una profecía auto-cumplida.

Lo mejor es hacer frente a la conducta específica y no usar adjetivos para describir su personalidad. Por ejemplo, dile “tu hermana se sintió mal cuando dijiste a todos que no jueguen con ella. ¿Cómo podemos hacerla sentir mejor?”.

3. “No llores”, “No seas un bebé”, “no tengas miedo”.

Los niños lloran con facilidad, sobre todo cuando no pueden expresar sus sentimientos con palabras.

“Es natural querer proteger a un niño de esos sentimientos”, dice la doctora Debbie Glasser, directora de Servicios de Apoyo a la Familia en el Mailman Segal Institute for Early Childhood Studies at Nova Southeastern University, en Fort Lauderdale. “Pero decir ‘No’ no hace que un niño se sienta mejor, y también puede enviar el mensaje de que sus emociones no son válidas, que no está bien estar triste o asustado.”

En lugar de negar que su hijo se siente de una manera particular, es mejor reconocer la emoción. Por ejemplo, puedes decirle cosas como: “Te debiste sentir realmente triste cuando ese niño te dijo que no quería ser tu amigo” o “Sí, el mar da miedo cuando no estás acostumbrado a él. Te prometo que no te voy a soltar la mano.”

Al nombrar los verdaderos sentimientos de tu hijo, le mostrarás lo que significa ser empático y en última instancia, llorará menos y logrará describir sus emociones.

4. “¿Por qué no puedes ser como tu hermano (a) ?”

Parece útil tener un hermano o un amigo como un ejemplo brillante, pero las comparaciones casi siempre son contraproducentes.

Es natural que los padres comparen a sus hijos para buscar un marco de referencia acerca de sus metas o de su comportamiento, dicen los expertos. Sin embargo, los niños se desarrollan a su propio ritmo y tienen su propio temperamento y personalidad. Comparar a tu hijo con otra persona implica que quieres que sea diferente.

Además, hacer comparaciones no ayudar a cambiar la conducta. Presionarlo para hacer algo para lo que no está preparado o no le gusta hacer puede ser confuso para un pequeño y socavar la confianza en sí mismo.

En su lugar, fomenta sus logros actuales.

5. “Detente o te voy a dar motivos para llorar”

Las amenazas, por lo general, son el resultado de la frustración de los padres y rara vez son eficaces. “Haz esto y verás” o “si lo haces una vez más, te voy a castigar” son típicas frases.

El problema es que tarde o temprano, tienes que hacer realidad la amenaza o de lo contrario pierde su poder.

Cuanto más joven sea el niño, más tiempo se tarda en asimilar una lección. “Los estudios han demostrado que las probabilidades de que un menor de 2 años repita un comportamiento en el mismo día son del 80%, no importa qué tipo de disciplina se utilice”, dice el doctor Murray Straus, sociólogo del Laboratorio de Investigación Familiar de la Universidad de New Hampshire .

6. “Espera a que llegue tu papá (o tu mamá)” o “te voy a acusar a tu papá”

Este tipo de clichés no sólo son otro tipo de amenaza, sino que también diluyen la disciplina. Lo eficaz, es hacerte cargo tu mismo de la situación en el momento, no posponer las consecuencias de las acciones de tu hijo. En el momento en que el otro padre llega a la casa, lo más probable es que el niño haya olvidado lo que hizo mal.

Además, pasar la pelota a otra persona, socava tu autoridad. El niño pensará “¿Por qué debo escuchar a mi mamá (o papá) si no hará nada de todos modos?”. De paso, pones a tu pareja en un rol de policía.

7. “Apúrate”

Si tu hijo no puede encontrar algo o no puede ponerse rápido su chaqueta, no lo apures. Existe una tendencia de que cuando estamos corriendo y atrasados, culpamos a los hijos. Esa culpa puede hacer que se sientan mal y no motiva a que se muevan más rápido.

“Era todo tan agitado en mi casa por las mañanas, que odiaba que la última imagen que mis hijos tenían de mí era que estaba enojado”, dice el terapeuta familiar, Paul Coleman, autor de ‘Cómo decírselo a sus hijos’. “Así que hice un pacto conmigo mismo. No importa que pase, no gritaré”.

En lugar de intimidar (“Te dije que apagarás la televisión hace 5 minutos”), busca la manera de calmar la situación y acelerar el proceso (tú mismo apaga el televisor).

8. “Buen trabajo” (ante cosas insignificantes)

El refuerzo positivo, después de todo, es una de las herramientas más eficaces que un padre tiene. El problema surge cuando la alabanza es vaga e indiscriminada.

Decir “Buen trabajo” o “Bien hecho” por cada pequeña cosa que tu hijo hace – desde terminar su leche hasta hacer un dibujo – carece de sentido, ya que los niños lo ignoran.

Alaba los logros que requieren un esfuerzo real. Tomar un vaso de leche no es una hazaña, tampoco hacer un dibujo, si tu hijo hace decenas de ellos cada día. Se específico. En lugar de decir “qué buen trabajo”, dile “Qué lindos los colores que elegiste”.