El genocidio, que define crímenes cometidos “con intención de destruir, en todo o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso en tanto que tal”, es el crimen más grave reconocido por el derecho internacional, pero asimismo uno de los más difíciles de probar.

El Tribunal Penal Internacional (TPI) para la ex Yugoslavia publicó en 1995 el acta de inculpación, en particular por genocidio en la matanza de Srebrenica, del general serbobosnio Ratko Mladic, detenido la mañana de este jueves en Bosnia.

La masacre de unos 8.000 adolescentes y hombres musulmanes en Srebrenica (Bosnia) en julio de 1995 es el único episodio de las guerras en la ex Yugoslavia calificado como “genocidio” por el TPI.

El Tribunal Internacional de Justicia (TIJ), la máxima instancia judicial de Naciones Unidas, confirmó a finales de febrero de 2008 que esta matanza fue un genocidio.

Derivada del griego “genos” (raza) y del sufijo latino “cide” (de “caedere”, matar), la palabra fue inventada en 1944 por Raphael Lemkine, un judío polaco refugiado en Estados Unidos y consejero en la Secretaría de Guerra de ese país, para designar los crímenes cometidos por los nazis.

En derecho internacional, el genocidio se reconoció en 1948 gracias a la Convención de las Naciones Unidas, que estipula:

- el asesinato;

- los atentados graves a la integridad física y mental;

- la sumisión intencional de miembros del grupo a condiciones de existencia que causen su destrucción física total o parcial;

- las medidas para impedir los nacimientos en el seno del grupo;

- la transferencia forzada de niños del grupo a otro grupo;

constituyen crímenes de genocidio si son cometidos con intención de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso.

“El genocidio es un crimen muy difícil de probar desde un punto de vista legal porque hace falta llegar a probar esta intención específica”, dice Avril McDonald, experta en derecho internacional humanitario en La Haya.