Rabietas descontroladas, incapacidad de socialización con sus pares y aburrimiento constante, son algunos de los síntomas que deben alertar a los padres para saber si los niños y/o adolescentes están sufriendo de adicción a las pantallas.

En la actualidad, las nuevas tecnologías son parte de la vida cotidiana de las familias, pero en niños y adolescentes su uso incorrecto o sin un control responsable por parte de adultos pueden causar graves daños en los menores, alerta la psicóloga.

“Los videojuegos interactivos tienen el mayor potencial adictivo, lo cual es aún más nocivo para niños muy pequeños, por eso es necesario limitar su uso de un modo proporcionado a la edad”, afirma Daniela Castro, psicóloga y académica de la carrera de Psicología de la U. Finis Terrae.

Por esta razón la Academia Americana de Pediatría (Publicado en Revista Pediatrics, octubre de 2016) recomienda:

– Evitar el consumo de pantallas en niños menores de 18 meses.

– Limitar a una hora al día en niños entre 2-5 años

– Los menores de 6 años en adelante, los padres deben establecer límites coherentes sobre el tiempo y el tipo de contenido que usan, cerciorándose de que su consumo no acapare el tiempo para al sueño adecuado, actividad física y otros comportamientos esenciales para la salud.

La psicóloga explica que todos los juegos de video, ya sean de celular o aplicaciones, “están creados por personas que quieren enganchar a los niños y adolescentes con ese juego, utilizando sus conocimientos sobre los mecanismos neurobiológicos de la adicción”, dice la académica.

Causa de la adicción

En el caso del uso “pasivo o no interactivo de las pantallas” –como la televisión o videos en youtube- al observarlas, el cerebro del niño entra en un estado de hipoactividad, “una especie de apagón de la actividad”, describe Daniela Castro.

El tipo de estímulo externo que recibe en este caso, explica la psicóloga, “es placentero porque las imágenes son muy movidas, el niño lo pasa bien, pero al mismo tiempo él no está haciendo algo o creando, entonces la actividad cerebral es hipoactiva”.

El peligro para niños muy pequeños, dice la académica, es que se acostumbran a divertirse con una estimulación que hace todo por ellos y no por algo que surge de ellos ni de su imaginación.

“Por eso los niños que están muy conectados a las pantallas pasivas desde pequeños se aburren mucho, no saben qué hacer, se angustian y no toleran el aburrimiento y eso es un potencial de riesgo para la adolescencia, porque cuando la entretención depende de algo externo es mucho más fácil que un joven caiga en las drogas o alcohol para buscar el placer y la diversión”, advierte Daniela Castro.

En el caso del uso activo de las pantallas -juegos de video, de celular o de tablet-, la psicóloga explica que los efectos neurobiológicos que tienen los juegos interactivos “son como darle un saco de azúcar al niño, porque es un nivel de activación dopaminérgica (dopamina) muy alta en el sistema límbico de placer”.

“El problema de eso es que cuando el niño es muy pequeño, con un cerebro muy inmaduro (termina de madurar como a los 23 a 25 años) es más vulnerable a generar dependencia de ese nivel de activación dopaminérgica. Por eso cuando sale al patio o a la plaza y solo hay personas y juegos reales no hay esta activación gigante cerebral y el niño queda adicto a ese alto umbral de diversión y placer, necesitando ese mismo estímulo para volver a sentirlo”, aclara.

Pero a pesar del gran poder adictivo que intrínsecamente tienen estos juegos de video, el paso a una adicción tiene que ver con las carencias y vacíos que el juego de video va llenando.

En ese sentido, la experta es categórica en afirmar que “si un niño tiene una vida enriquecida, con buenos vínculos, intereses y hobbies sanos, es un niño que está protegido de desarrollar adicción a las pantallas”.

Desintoxicación y rehabilitación

De acuerdo a la psicóloga, se generan reales adicciones a los juegos interactivos. “En un sentido el niño está biológicamente adicto, y necesita pasar por un proceso gradual de desintoxicación de las pantallas interactivas”, dice Daniela.

Por lo anterior, es muy importante que el uso activo de la pantalla no sea el único premio que hay frente a las cosas -si te portas bien puedes jugar play station por ejemplo-, “porque el niño le va a dar más valor a la pantalla interactiva, si es que no hay otro tipo de refuerzo”, dice la académica.

Por lo tanto, es necesario que exista una limitación externa al niño de las pantallas. “Dependiendo de la gravedad y capacidad de las familias, la limitación deberá ser gradual o drástica”, aconseja la psicóloga, lo importante “es entender que, como todas las adicciones, el elemento adictivo está llenando un vacío y al sacar al elemento adictivo (la pantalla) va a quedar ese vacío, entonces hay que sí o sí llenarlo con algo más enriquecedor y sano”.

Muchas veces, de acuerdo a la experta, “lo que pasa es que al niño lo que más le falta es el vínculo con sus padres, horas de calidad con ellos, jugar, conversar, hacer alguna actividad juntos. A veces solo basta con la presencia, estar con ellos, que ellos sepan que son vistos, reconocidos, y enseñarles un ocio positivo que les llene. Siempre que un niño tiene adicción a las pantallas es porque les falta vínculo”, afirma.

¿Cómo reconocer una adicción?

La psicóloga Daniela Castro, académica de Psicología U. Finis Terrae, identifica seis conductas de niños y/o adolescentes a las cuales los padres y cuidadores deben poner atención, ya que pueden evidenciar una potencial adicción a las pantallas interactivas:

– El niño o adolescente no tienen un autocontrol frente al uso de pantalla.

– Se observa un síndrome de abstinencia muy exacerbado.

– Al apagar el videojuego, el niño grita, se pone agresivo, hace pataletas y tiene una reacción desbordada.

Aburrimiento constante. El niño o adolescente no logra entretenerse con ninguna otra actividad que no sea la pantalla interactiva.

– Deja de desarrollar habilidades sociales. No comparte en cumpleaños, colegio o cualquier otro ambiente donde esté con sus pares.

– Pierda la capacidad de creatividad e imaginación en sus juegos.