Tanto en documentos académicos como en entrevistas a expertos en psicología, se pueden encontrar dos significados asociados a la palabra autocompasión. Por una parte, autores del siglo XX la definen como “un sentimiento que provoca sufrimiento”, tal como señala el doctor en psicología David Milrod en una publicación de 1972. Mientras que la psicología actual la define como “un sentimiento positivo de aceptación de las propias limitaciones o debilidades”, explica a BioBioChile Sergio Nuño, psicólogo y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad San Sebastián.

Considerando las definiciones, en ambos casos se apunta a un sentimiento muy profundo y decisivo en la vida de las personas, que contribuye o destruye su percepción y cotidianidad. No obstante, ¿de qué trata realmente la autocompasión?

Autoindulgencia: la pena por uno mismo

Según el citado doctor de psicología de los años 70, la autocompasión es la lástima que siente una persona hacia sí mismo en contextos percibidos como adversos: un sinónimo de autoindulgencia.

“Son estados afectivos que se activan por una herida narcisista vista por el paciente como injusta”, explica el doctor en su ensayo. Un ejemplo de aquello, según el experto, serían personas que se quejan todo el día y culpan a las circunstancias de su presunta desdicha en vez de acoger soluciones.

Milrod explica que este sentimiento surge como una respuesta emocional que aparece en un momento de estrés y que suele manifestarse como pena por uno mismo, desencadenando estados de inestabilidad emocional, depresión, pérdidas y privaciones.

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En esta definición, la autocompasión provocaría un gran sufrimiento al afectado, como también a quienes lo rodean, puesto que “éste considera que es víctima de una situación negativa y merece condolencia”. David Milrod explica que este sentimiento no sirve para tratar situaciones adversas y sólo “sumerge” a la persona en un estado de victimización en el que no busca mayor resolución.

El pensador musulmán Inayat Khan, fundador del movimiento Sufismo Universal, interpreta la autoindulgencia como “la causa de todas las quejas de la vida”.

No es autocompasión, es victimización

Para la psicóloga Leyla Herrera, quien tiene su consulta en el centro Alma y Ser, la definición anterior corresponde a la “victimización” y no a la “autocompasión”, según explica a BioBioChile.

“Sentir compasión y sentir lástima no son lo mismo”, coincide el psicólogo Sergio Nuño, de la Universidad San Sebastián. “Sentir lástima por uno mismo es tener una sensación exagerada de tristeza y dificultades frente a un desafío o situación estresante, criticándose injustificadamente y teniendo una visión muy personal y restringida de los problemas, en la que se cree que no se tiene control”, explica.

Por otro lado, aclara que la compasión por uno mismo es “reconocer las propias limitaciones y dificultades sin exageraciones en las críticas hacia uno mismo y entendiendo que los otros también son imperfectos, vulnerables y que pueden sufrir de manera similar a uno y merecen y valoran la ayuda auténtica de los otros para sobrellevar esa dificultad y sufrimiento”.

El académico define la autocompasión como un sentimiento positivo, en el que se aceptan las limitaciones propias (o debilidades), para así verse de forma objetiva y realista. En tanto, Leyla Herrera dice que “la autocompasión es la base del amor; la capacidad de mirarme desde el amor, libre de juicio y desde ahí encontrar la felicidad”.

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“Lo contrario sería sentir un juicio severo contra las propias limitaciones y experimentar emociones aversivas, desagradables e intensas que pueden paralizar o dificultar el funcionamiento y bienestar de la persona”, o sea, la victimización , profundiza Nuño y agrega que dicha persona “percibe que es ella la única que tiene muchos y graves problemas que le causan un intenso sufrimiento”.

Respecto a la victimización, Herrera detalla que “cuando estás en el lugar de la víctima ves el dolor y el sufrimiento, pero no te haces cargo y te refugias en ello. En cambio, en la autocompasión ves esto pero te haces responsable”, conociéndote y sanándote a través de esta.

Aún así, Herrera señala que una persona no siempre está consciente de su rol de víctima. “Hay puntos ciegos en los que caemos: patrones, mecanismos de defensa, que sin un trabajo personal de introspección es difícil identificarlo”, señala y asevera: “Todos tenemos un lado sufriendo”.

Para reconocerlo, la psicóloga explica que es más sencillo desde un punto de vista externo: “Con el simple hecho de buscar a alguien que te escuche, podría mostrar que estás en este rol. También al evaluar si la reacción emocional a un hecho es proporcional a los estímulos que la generan”. Aún así destaca: “No siempre tenemos la capacidad de hacerlo solos”.

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Nuño detalla que quien siente lástima por sí mismo se ve asociado con rasgos de personalidad de neuroticismo (inestabilidad emocional). Se le puede identificar por sus “creencias generalizadas de que el control de las situaciones no dependen de uno mismo sino de otras personas u otros factores que escapan al control”, dice.

Algunos estudios, como los del académico Joachim Stoeber de la Universidad de Kent, explican que las personas con un alto nivel de sentimiento de lástima a sí mismos reportan sentir una mayor preocupación y aversión a la soledad, así como también características de apego ambivalentes.

En resumen, el académico detalla algunos puntos para reconocer la victimización o una visión de lástima hacia sí mismo:

1. Una sensación de sufrimiento o dificultad frente a casi todos los desafíos o cuestiones de la vida.

2. Una creencia distorsionada de que la mayoría tiene una visión negativa de uno mismo/a.

3. Cuestionar o sentir no ser merecedor de las felicitaciones dirigidas a uno mismo/a.

4. Sentir que es inevitable elegir solo situaciones difíciles y tristes

5. Exagerar las propias y reales limitaciones de uno mismo/a.

Si te sientes identificado o crees que alguien está en este rol, el psicólogo recomienda: buscar y reflexionar sobre el hecho de que existen opciones sobre cómo enfrentar los desafíos.

“Si se enfrentan con lástima hacia uno mismo, es muy probable que su resolución no sólo sea más difícil sino que lleve de la mano un gran sufrimiento o mayor percepción de estrés. También puede ayudar la capacidad de permitirse sentir el sufrimiento o tristeza frente a lo estresante sin agregar a ese espacio las autocríticas o juzgarse negativamente. Finalmente, escuchar a los otros y buscar ayuda en los/as otros/as para conseguir un mayor control en la vida y un mejor ajuste del sufrimiento que ha causado la situación estresante”, aconseja.

Reconociendo la autocompasión

Desde la otra vereda, el psicólogo explica que una persona puede reconocer si es autocompasiva por tres grandes características: amabilidad, humanidad y el balance de emociones.

“La actitud de amabilidad permite dar espacio a aceptar el propio sufrimiento, la imperfección de sí mismo y de las dificultades y limitaciones propias”, señala. “La actitud de humanidad, de que dichas dificultades o limitaciones del sí mismo no son algo aislado, sino que forman parte de un contexto humano, integrado, donde toda persona es imperfecta, y dicha experiencia no le ocurre ni es exclusiva de una sola persona”, explica.

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Y en tercer lugar, el psicólogo dice que “la compasión por sí mismo requiere de una visión relativamente balanceada entre nuestras emociones negativas y positivas, sin suprimir o exagerar ninguna de ellas, relacionando nuestras experiencias hacia las de aquellas personas que también han sufrido, por lo tanto, consiguiendo situar o generar una perspectiva mayor de la vida”.

De la misma forma, también existen cuestionarios para evaluar la autocompasión. Nuño detalla que uno de ellos es el test elaborado en 2015 por la doctora Kristin Neff, quien se ha dedicado a estudiar la autocompasión y diferenciarla del victimismo (puedes ver un ensayo traducido de la doctora en este enlace).

Compasión por uno mismo y los demás

Entendida la autocompasión como un sentimiento positivo, ésta facilita a las personas a sentir compasión por otros. “Pueden ser más sensibles a las dificultades y sufrimiento de los otros/as y además buscan ayudarles. Esto puede fortalecer los vínculos o generar una mejor calidad en las relaciones sociales”, explica el psicólogo.

Respecto a la compasión, la describe como “un proceso psicológico emocional complejo que consiste en experimentar un fuerte sentimiento de simpatía y tristeza frente al sufrimiento o mala suerte que otros han experimentado” y así desear ayudar a esa persona para que deje de experimentar dicho sufrimiento.

“Esta emoción compleja no es una debilidad ni fragilidad humana. Ser capaz de entregar y recibir compasión pueden ser indicadores de un funcionamiento emocional mayor. No hay que confundir la lástima con compasión. Una sociedad capaz de desarrollar y promover emociones complejas como la compasión puede avanzar a un mejor desarrollo socioemocional”, finaliza.

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