El consumo de pornografía, gracias (o por culpa) de internet, se ha vuelto común en la vida cotidiana actual. Lo que antes era oculto, intrincado, hoy está al alcance de unos cuantos clics (o “toques”, en el celular). Las cifras son contundentes, como un upper­cut de Joe Louis.

Según las estadísticas, recopiladas por el sitio especializado webroot.com:

• Cada segundo, casi 30 mil usuarios consumen contenidos pornográficos.

• Cada segundo, los usuarios gastan más de 3 mil dólares en sitios web de pornografía.

• Cada 39 minutos, un nuevo video pornográfico es creado en los Estados Unidos.

• Una de cada cuatro búsquedas en internet están relacionadas a la pornografía (o lo que es igual: 68 millones de consultas al día).

• El 35 por ciento de todas las descargas de internet están asociadas a contenidos pornográficos.

• El 25 por ciento de los consumidores de pornografía son mujeres.

Chile, aunque dista de los países de mayor consumo en el mundo, destaca entre los latinoamericanos. El sitio Pornhub -uno de los de mayor tráfico mundial- ubica a nuestro país en el puesto 37, sólo superado en el continente por Brasil, Argentina y México.

La presencia masiva de la pornografía en la vida cotidiana moderna resulta, cuando menos, llamativa. La polémica sobre los efectos ha enzarzado a médicos, psiquiatras, sociólogos, moralistas, leguleyos… Al final, las conclusiones son contradictorias y el resultado no parece claro.

Mientras algunos satanizan, otros exageran las bondades. Aun así, los estudios más serios tienden a relativizar las opiniones, a considerar que, según el contexto, así serán los efectos del consumo.

John Rocha (CCO)
John Rocha (CCO)

Fantasía, libido, ¿evolución?

Ezequiel López Peralta, máster en sexología argentino y autor de varios libros sobre sexualidad, deja claro que la pornografía per se, no consiste en un problema, sino “el uso que se haga de este tipo de estímulo, el lugar que tenga en la vida sexual y la manera en que determina las creencias sobre el sexo”. López Peralta remata: “si el uso de material pornográfico no afecta a la relación sexual de pareja en calidad o frecuencia, mi mirada como sexólogo es más bien positiva”.

La pareja, en definitiva, parece ser la clave del daño o beneficio del consumo de pornografía. Investigadores canadienses publicaron un estudio en The Journal of Sex and Marital Therapy, donde avalan el consumo pornográfico en pareja como medio de compenetración, y no sólo en el ámbito sexual.

La investigación comparó el caso contrario: donde únicamente uno de los miembros veía pornografía a escondidas de su compañero/a (por lo general el hombre) y en ese caso, los niveles de complicidad, entendimiento y satisfacción sexual caían en picada.

Otros científicos avalan los beneficios del porno desde un ángulo más inverosímil. Un reporte de la Universidad de Australia Occidental, conducido por el profesor de Biología Evolutiva Leigh Simmons, afirmó que esta conducta puede mejorar la calidad del semen.

“Los hombres eyaculan más esperma y de más calidad cuando tienen competencia”, considera Simmons. Según el biólogo, con sólo ver las imágenes se desencadena en el espectador algo semejante a una “competición de semen”, lo que mejora la cantidad y la calidad. “Nuestros datos demuestran que en estas situaciones los hombres desarrollan esperamatozoides con mucha más movilidad cuando eyaculan”, concluyó.

Un detalle parece sostener esa premisa: el efecto, según el citado estudio, resulta distinto si en las cintas aparecen varias mujeres, como es tan usual en la industria pornográfica. El cerebro no interpreta en esos casos que el sexo se realiza con fin reproductivo.

Pixabay (CCO)
Pixabay (CCO)

El daño después del límite

Otros investigadores, sin embargo, enfatizan en los efectos nocivos del consumo de pornografía. Algunas estadísticas parecen corroborar sus tesis. Según la National Coalition for the Protection of Children & Families, durante 2010 en los Estados Unidos, el 56 por ciento de los divorcios tuvieron como causa “el interés obsesivo de una de las partes en sitios web pornográficos”.

Los adictos a la pornografía enfrentan serios problemas en la vida social. Según esta organización, 4 de cada 10 personas en esa condición se separan de sus cónyugues, el 58 por ciento enfrenta daños financieros considerables y casi un tercio pierden el empleo.

El neurocientífico Gary Wilson va más allá de los efectos sociales. Considera que el consumo triple X en internet se perfila como un nuevo desencadenante de la disfunción eréctil. “La pornografía tiene más formas de subir la dopamina que la experiencia sexual simple”, expresó este investigador estadounidense, por lo que la relación sexual cotidiana puede resultar menos estimulante.

A igual conclusión arribó el Dr. Matthew Christman, urólogo del Naval Medical Center, de San Diego. Una encuesta de seguimiento de salud de 2014, realizada en el Ejército de Estados Unidos, arrojó que en la última década la disfunción eréctil se había duplicado: de 6 por mil personas en 2004, a casi 13 por mil en el último sondeo.

“El aumento estaba causado principalmente por un incremento de la incidencia de disfunción eréctil psicógena, no de disfunción eréctil orgánica, y coincidió con la expansión de la pornografía en internet”, puntualizó el médico militar.

A pesar de estas conclusiones alarmantes, otros estudios, como vimos, se les oponen. Los científicos no concuerdan, mientras los sitios pornográficos incrementan sus ganancias y tráfico.

Quizás la descripción más acertada, por sencilla, la exprese el polémico Michael Casteman, periodista que durante 36 años ha investigado temas de sexualidad: “Esta no es una apología total a la pornografía en internet, pero es indiscutible que mantiene a los hombres en casa. Como resultado, ellos no están fuera actuando irresponsable o criminalmente en el mundo. La única cosa que la pornografía causa, realmente, es la masturbación”.