El comienzo y fin de cada año en las civilizaciones actuales está definido por motivos astrológicos, científicos, históricos y relacionados con las costumbres religiosas. Lo que hoy conocemos como un año de 12 meses se lo debemos al denominado calendario Gregoriano.

Este orden de los meses y días del año fue impuesto por el papa Gregorio XIII en 1582, sustituyendo al calendario Juliano, que se utilizaba desde Julio César en el 46 a.C., en el antiguo Imperio Romano.

Aquel calendario Juliano resultó de una reforma dirigida por el emperador, la cual dictaba que el año partía en enero y acababa en diciembre. Éste contaba de 365 días divididos en 12 meses, a excepción de los años bisiestos que tenían 366 días, y añadían un día adicional a febrero.

Por su parte, en el Gregoriano el año tiene una duración de 365,2425 días (a diferencia de los 365,25 del Juliano) y distingue tres tipos de año: común, año bisiesto y año secular (el que cierra un siglo).

Papa Gregorio XIII | Wikimedia Commons
Papa Gregorio XIII | Wikimedia Commons

Este nuevo elemento, cuya concepción es más religiosa, es la más aceptada por los países en la actualidad. Se comenzó a aplicar desde 1582 en Europa, Rusia, América y a China llegó en 1912.

Pero más allá de todos esos datos, pocas personas conocen uno de los antecedentes que llevó a adoptar el 1 de enero como el primer día del año. Esta acción tuvo relación con una sangrienta guerra que se desarrolló en el Imperio Romano.

Según detalla el medio español ABC, Roma tenía afanes de expansión hacia la península Ibérica (España) cerca del año 154 a.C., pero encontró fuerte resistencia en un pueblo llamado Segeda (actualmente Zaragoza), donde las personas estaban dispuestas a luchar.

Herido en su orgullo, en el 153 a.C. el General Quinto Fulvio Nobilior pidió una histórica modificación al senado de Roma. La idea era adelantar el comienzo del año, trasladándolo desde el 15 de marzo hasta el 1 de enero.

¿El motivo? las autoridades necesitaban elegir a los cónsules para lograr armar un ejército que les permitiera llegar hasta tierras de Aragón, y comenzar una batalla con superioridad numérica.

Lo complejo es que la elección de aquellos cónsules se producía todos los años en el comienzo de los 12 meses y que concordaba con el inicio del periodo administrativo, es decir marzo, pero la premura hizo que Nobilior obligara a las autoridades a adelantar el proceso.

Elección de un cónsul en Roma | Wikimedia Commons
Elección de un cónsul en Roma | Wikimedia Commons

La moción del general fue aprobada por las autoridades y se proclamó el 1 de enero como nueva fecha de inicio del año romano, pero únicamente con fines laborales y de toma de decisiones políticas.

De esta forma, los nuevos cónsules dieron potestad al ejército para armar un batallón de gran cantidad de hombres y comenzar con una invasión hasta Segeda.

La guerra en Segeda

Según detalla diario El País, que cita escritos de la época, Roma armó un ejército de 30.000 hombres para llegar hasta el poblado. Esto correspondía al doble de los contingentes habituales que llegaban hasta la zona ibérica.

El conflicto alcanzó un carácter de seriedad extrema, por lo que en vez de designar un pretor para dirigir la misión, fue nombrado un cónsul en terreno para informar al emperador.

De acuerdo al citado medio, las crónicas sostenían que Roma admiraba la organización y desarrollo que tenían los pueblos hispanos de la época. En concreto, consideraron a Segeda como “grande y poderosa”.

El pueblo despertaba también una motivación económica para Roma, que deseaba conquistarlo porque allí se acuñaban monedas para grandes provincias españolas, lo que daba cuenta de un gran poder económico y social.

El combate comenzó durante el 153 a.C. y, de acuerdo a los relatos de la época, se mantuvo activo por años sucesivos. Los hispanos, como primera medida, determinaron la construcción de grandes muros para resistir los ataques romanos.

Representación Batalla Segeda | Wikimedia Commons
Representación Batalla Segeda | Wikimedia Commons

No obstante, las fuerzas del imperio llegaron hasta el lugar antes de lo previsto, por lo que los hombres de Segeda tuvieron que pedir ayuda a los numantinos, quienes decidieron albergar a todos los habitantes del pueblo en la ciudad de Numancia.

En ese entonces, se relata que los romanos llegaron a un pueblo de Segeda totalmente vacío, por lo que el cónsul ordenó a su ejército buscar y perseguir a todos los habitantes para acabar rápido con la guerra.

De acuerdo a lo que consigna Europa Press, el general Caro de Segeda, jefe de las fuerzas hispanas, ordenó una emboscada hacia el ejército romano justo en el límite de las dos ciudades, la cual habría acabado con casi la mitad del ejército forastero.

No obstante, esa emboscada significó que Roma acabara con Caro y se replegaran en Numancia. La dura resistencia obligó al cónsul a pedir la llegada de los denominados “elefantes de guerra”, los cuales eran conocidos por cargar contra todo lo que estuviera a su paso.

Se dice que hasta Numancia llegaron seis elefantes y 2.000 nuevos hombres. Los romanos decidieron atacar la ciudad, pero se encontraron con resistencia y la suerte no estuvo con ellos, ya que el ataque hacia uno de los animales provocó que los demás se asustaran y perdieran el control.

Segeda en la actualidad | Wikimedia Commons
Segeda en la actualidad | Wikimedia Commons

Los relatos estiman que Roma perdió a 4.000 efectivos en esa guerra y a todos los elefantes. Fue una contundente victoria de los hombres de Segeda, que motivó la retirada del otro ejército hasta las afueras de Numancia, donde pasaron un duro invierno.

En esa época fue imposible para el imperio volver a atacar Numancia y Segeda, ya que el mal tiempo mató a un centenar de hombres y los dejó sin provisiones. Finalmente, llegó hasta el lugar el cónsul Marcelo, quien decidió la retirada hasta Roma.

Los habitantes de Segeda volvieron a reconstruir su pueblo hacia el año 133 a.C., pero este fue víctima de una serie de asedios desde Roma. Finalmente, terminó cayendo en el 72 a.C.

La era Juliana

De acuerdo al diario El País, si bien se proclamó el 1 de enero como comienzo del año administrativo en Roma, los romanos siguieron efectuando sus tradiciones ligadas a la religión desde el 15 de marzo de cada año.

La gran reforma al calendario vino recién en el 46 a.C., con la aplicación del calendario Juliano, el cual fue calculado y armado por el sabio Sosígenes de Alejandría, y bautizado en honor a Julio César.

Aquel implemento fue utilizado por países de Europa hasta comienzos del siglo XX, siendo más popular entre aquellos que tenían raíces basadas en la religión Ortodoxa.

Una de las grandes potencias que lo implementó tras siglos fue Rusia, la cual comenzó su sustitución hacia la revolución de 1917. Grecia fue el último país en dejarlo de lado, haciéndolo efectivo hasta 1923.

Ya en el resto de los países del viejo continente había sido sustituido en 1582, con la reforma del papa Gregorio XIII y la implementación del calendario Gregoriano.